Amor en “El Montañés” II Parte


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Carmen miraba fijamente a Jaime, veía en ese hombre algo que tenía mucho no veía y, a su vez, sentía una sensación que desde la muerte de su esposo no la sentía. Algo está pasando. Por otra parte Jaime, veía a una Diosa piel canela, una bella dama con un cuerpo delineado con pinceles de los mejores maestros de pinturas. Se interrumpió el momento y se escuchó la voz de Carmen: “Vamos hacer una cosa, acompáñanos a buscar a Pancho y en el camino hablamos” y así fue. Caminaron por el bosque y Carmen le preguntó: “¿Cuánto tiempo se va a quedar y me dice si va a esperar a alguien? A esto respondió Laurita: “Mamá, el señor Jaime me dijo que tenía un solo hijo y se quedó en la ferretería que ellos tienen y la señora que era su esposa tiene 10 años fuera del país”. “Laurita, tú estás bien informada”, “y él también porque le dije que tú estabas solita conmigo y que mi papá murió hace cinco años y somos pescadoras”. Jaime y Carmen rieron y llegaron a la cabaña de Pancho.

El pescador, Pancho, era un hombre mayor, 70 años, pero se veía fuerte. Y, este, al ver a Carmen y a Laurita, acompañadas por un hombre, se extrañó. Sin embargo, los invitó a pasar y se dirigió a Laurita. "Qué hace mi niña bella", la niña contestó: "Abuelo hoy me fue muy bien, conocí a este amigo en la cafetería El Montañés" y se lo presenté a mi mamá". En este momento intervino Carmen y expresó: "Pancho, él es Jaime, lo conocimos en la cafetería y se va a quedar en el pueblo un tiempo y yo le voy a alquilar una habitación en la casa", "¡Ay, hija! En el pueblo la gente va a tener que hablar bastante; porque después de la muerte de tu esposo el único hombre que ha pisado tu casa soy yo; pero te entiendo es una oportunidad de tener dinero y, así, pagamos lo que debemos a la ferretería". "Es verdad Pancho; pero es aquí hay muchas mujeres que alquilan", "bueno, hija, que sea lo que Dios quiera, necesitamos el dinero".

Jaime, que estaba atento a la conversación, tenía pena por haber causado esa situación. Carmen lo miraba preocupada, por lo que podía decir Jaime al respecto. El caballero entendió la preocupación y angustia de aquella bella y elegante mujer; cuya cabellera coqueteaba con el viento y sus rosas imponentes amenazaban con salirse del encierro en que las tenían. Laurita no entendía lo que pasaba y el silencio que había en ese momento y fue entonces cuando Jaime intervino, para decir; "Carmen, a mi parecer el señor pancho tiene razón; pero yo tengo la solución, nos ponemos de acuerdo con el pago del alquiler y en vez de estar en tu casa me quedo aquí con el señor"; "pero eso va a ser incómodo para ti que viniste a descansar al pueblo". "No te preocupes Carmen, así le hago compañía a Pancho, lo ayudo con la pesca y de vez en cuando salimos al bosque a cazar". Al escuchar esto ni Carmen ni Pancho, se imaginaban esa respuesta e intervino Pancho: "aquí estamos a la orden, en mi humilde casita y le agradecemos su gesto; porque de verdad necesitamos el dinero del alquiler"; "pero no es justo que él sacrifique su tiempo de descanso en comodidad por estar aquí" dijo Carmen. "Mamá, no entiendes que el señor Pancho quiere estar con nosotras y el abuelito". Todos escucharon a la niña y Pancho veía como Carmen se sonrojaba, esbozó una sonrisa y los invitó a desayunar, Curbinata, pez de río con escama de color plateado; cuya carne blanca es muy apreciada por su sabor, con arepa de maíz asada, aguacate y café.

Durante el desayuno, Pancho le dijo a Jaime, que la casa tenía tres habitaciones y cada una tenía cama; pero la que usted va a usar también tiene chinchorro, es como una hamaca; pero elaborado con hilo, lo que no hay es televisor; pero te puedo prestar mi radio". Jaime estaba contento y le dijo: "Está bien, señor pancho, voy a estar cómodo; lo único es que tengo que ir al pueblo a buscar mis cosas que tengo en el carro". Intervino Carmen: "después que desayunemos te acompañó al pueblo y me regreso con usted, para que no se vaya a perder; porque se va a traer el carro y es otro camino", "Mama, yo voy con ustedes", "no hija quédate con el abuelito, regresamos rápido", "sí mi niña linda, no me dejes solito y te voy a dar un paseo en la curiara".

De regreso al pueblo, específicamente al estacionamiento de la cafetería; don estaba aparcada la camioneta, caminaban lentamente. Jaime se sentía como adolescente, no sabía qué decir y por su parte Carmen no creía lo que estaba haciendo, coqueteando con Jaime, cosas que ya creía olvidada. De repente, Jaime se detuvo y le dijo: "Carmen, sé por lo que dijo pancho que su situación no es buena, dime cuánto es la deuda con la ferretería". Carmen contestó: "Vamos a sentarnos en aquellas piedras al lado del río". Una vez en el sitio, Carmen le comunicó: "que tenían una deuda total de 1.000,00 Bs, en compra de aparejos de pesca, es decir, estamos pescando para él; porque pagamos con pescado y debemos eso porque hubo buena pesca y pudimos abonar en dos meses 800 Bs. Hay muchos hombres que se me acercan y me ofrecen ayuda; pero su intención no es ayudarme, es otra y eso me da rabia; lo hacen porque me ven solita con mi hijo y ese viejito; que ha sido mi salvación, pero ya no puede más, sus fuerzas se están acabando".

CONTINUARÁ

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