La conciencia emprendedora en tres niveles: una luz para el mundo


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*En abril de este año 2024, fui invitado por tercera vez consecutiva por la organización Students for Liberty en Venezuela para dar una conferencia en el evento que anualmente les congrega y que llaman Liberty Con. Estoy súper agradecido con los organizadores por concederme el honor de formar parte de tan significativa actividad. Han pasado ya tres años y los muchachos me siguen pidiendo que haga la misma presentación, que no la cambie, porque –al parecer– está llegando con impacto al público. Amigos de Students for Liberty, me honran infinitamente con sus invitaciones. ¡Mil gracias!

Dejo plasmado en Hive sólo una parte del discurso de esa conferencia; está en gran sintonía con mis anteriores publicaciones.

Quiero iniciar esta ponencia encendiendo este faro para que nunca se les olvide que un emprendedor consciente de su rol en tres niveles es una luz para el mundo, porque es esperanza, porque genera prosperidad, porque hace posible la vida en sociedad. Y al final todos somos emprendedores, en un sentido o en otro, porque la función empresarial nace cuando nacemos, es algo inherente a la naturaleza humana. Lo que no tenemos, quizás, es la total conciencia del impacto que podemos generar en la sociedad, de nuestro alcance, de lo que debemos exigir, de cómo debemos formarnos para crecer.

Muchas personas se embarcan en la aventura de un negocio por necesidad, lo cual está muy bien porque, incluso esa señora que decide abrir una venta de empanadas en la esquina de su casa o ese estudiante que decide dar algunas clases para ayudarse a pagar su carrera, son una luz para el mundo, sólo que quizás no sean conscientes de la importancia que tienen sus acciones. Pero hay otros que desde el comienzo sí que son conscientes y desarrollan sus proyectos con el propósito de mejorar la sociedad.

¿Qué tienen en común personajes como Howard Schultz, Robert Kiyosaky, Jeff Bezos, Earl Bakken y Steve Jobs? Todos son multimillonarios, todos son grandes comunicadores y todos son grandes creadores de oportunidades, pero estos sí fueron y/o siguen siendo plenamente conscientes de su rol.

Permítanme explorar ahora esos tres niveles de conciencia que han tenido estos personajes y que deben tener todas las personas que deseen lograr un impacto grande en la sociedad: el individuo, la comunidad y el mundo. Muchos de los comentarios que formularé en los párrafos siguientes estarán basados en el libro Socialismo, cálculo económico y función empresarial del Dr. Jesús Huerta de Soto. Se los menciono por si quieren profundizar en estos temas; es un libro fantástico.

Nivel 1: El individuo

Lo primero de lo que se debe ser consciente es del modelo que se quiere imitar, que debe regir la conducta, guiar las acciones: 1) tener una alta autoestima; 2) no temer a competir en mercados existentes ni a crear nuevos mercados; 3) creer en ventajas comparadas; 4) estimular el proceso electoral de los mercados, donde todos ganan; 5) saber que la riqueza provendrá de la eficiencia; 6) exigir libertad monetaria y justicia imparcial, no privilegios; 7) comprender la verdadera responsabilidad social: producir los bienes y servicios de mayor calidad al menor precio posible.

Este héroe trascendente, este luchador incansable sí merece ser llamado **emprendedor **o empresario de verdad. Recuerden que etimológicamente ambas palabras tienen el mismo origen: in prehendo-endi-ensum, que significa “capturar” oportunidades, descubrir, darse cuenta de, crear.

Lo segundo de lo que se debe ser consciente es de cuáles son los derechos reales e inalienables, porque ellos delimitan el marco dentro del cual se debe actuar; y acá entramos un poco en la historia humana.

Desde tiempos muy tempranos, lo que ha distinguido el pensamiento humano del pensamiento del resto de los animales es nuestra capacidad de concebir ideas más allá de lo que perciben nuestros sentidos, de inferir y de tener conciencia de uno mismo. Así, el ser humano descubre que tiene un cuerpo y de que hay recursos más allá de su cuerpo que son provistos por la naturaleza. ¡Esa autoconciencia le permite sentirse vivo! Y de allí emerge la primera palabra clave: vida.

También se hace consciente de que su propio cuerpo está sometido constantemente a distintas necesidades y de que debe actuar para satisfacerlas. Y al actuar, se da cuenta de que hay cosas que puede controlar de manera voluntaria y directa, como su propio cuerpo (el levantar una pierna o levantar un brazo, por ejemplo). Se da cuenta de que nadie más puede controlar esas cosas de la misma forma en que él lo hace, pues él es su propietario.

El hombre se hace consciente, además, de que hay cosas externas a su cuerpo que puede controlar de manera indirecta a través de algún medio, como un palo que le ayuda a alcanzar un fruto alto; y de que hay cosas que no puede controlar en lo absoluto, como la puesta o la salida del sol.

Y así, sobre la base de su propio cuerpo y de las cosas que puede controlar a través de algún medio, que no hubiese sido tomado antes y que ahora pasa a ser de él, el ser humano descubre la segunda palabra clave: propiedad.

El actuar de forma voluntaria, sin coacción, para satisfacer sus necesidades también es lo que hace que el hombre descubra la tercera palabra clave: libertad.

Y son estas tres palabras la base del derecho natural, de lo que se conoce también como ley natural. Evidentemente, esto que he mencionado es sólo el origen; luego, a partir de la interacción de muchísimas personas y con el pasar de siglos y milenios, ocurre una evolución natural de esta institución llamada derecho, y de otras instituciones sociales como el lenguaje, el dinero y el mercado.

Para que un emprendedor sea una luz para el mundo, debe ser consciente, en primer lugar, de su rol como héroe individual y de sus derechos reales, porque ellos definen los límites dentro de los cuales debe actuar.

Nivel 2: La comunidad

Resulta que el verdadero emprendedor siempre tiene presente su rol social. Sabe que es un actor fundamental en lo que se conoce como coordinación social. Y es que eso es el mercado, un proceso de coordinación en el cual los actores modifican su conducta a partir de las necesidades del otro: el emprendedor se da cuenta de los desajustes naturales que puede haber y trata de equilibrarlos buscando un beneficio. Cuando hay intervencionismo coercitivo en este proceso, esta coordinación se cae a pedazos.

Lo segundo, a nivel social, que tiene siempre presente nuestro héroe es el cálculo económico, que no es más que la apreciación en valor de cada curso posible de acción cuando decide alcanzar un fin. Esto es precisamente lo que bloquea todo sistema “anti-empresa”; por eso siempre fracasan estos inventos coactivos, tarde o temprano.

Y como tercero, a nivel social, nuestro héroe conoce los efectos que producen sus acciones:

Efecto bombillo: la posibilidad de obtener un beneficio es lo que lo impulsa a crear nuevos bienes, nueva información; a encender la bombilla de la creatividad.

Efecto antena: la información nueva, práctica, tácita, no articulable que se ha creado se transmite al mercado en la cantidad mínima necesaria. De hecho, los precios son relaciones de intercambio históricas que forman la base de esta información que se transmite.

Efecto aprendizaje: la conducta de los involucrados en una operación de mercado voluntaria será imitada por muchos otros conforme la información se extienda.

Efecto prosperidad: lo que muy probablemente ocurrirá en un mercado en el que la libre empresarialidad sea protagonista central, y no la coacción estatal, es la prosperidad para las grandes mayorías. ¡Eso es indiscutible!

Nivel 3: El mundo

Tan indiscutible es el efecto prosperidad del emprendimiento en el mundo que voy a presentarles algunas estadísticas de fuentes muy confiables para ilustrarlo, entre ellas el informe anual del Índice de libertad económica mundial que publica el Fraser Institute. Y de esto también es consciente ese personaje que hemos descrito hoy.

Entre los países que tienen el emprendimiento más libre del mundo están Hong Kong, Singapur, Suiza; y entre los que lo tienen más sometido, Zimbabue, Sudan y, …, Venezuela. De hecho, según el Fraser Institute, ocupamos el lugar 165 de 165 países listados. Esta desalentadora estadística debe servirnos para reflexionar mucho y, a partir de allí, para mejorar.

El emprendedor luz para el mundo sabe que los países con mayor libertad de empresa (y libertad económica en general) son naciones en las cuales la gente gana muchísimo más dinero: casi ocho veces más de lo que ganan en promedio las personas de los países más sometidos (en unidades monetarias deflactadas y ajustadas por paridad de poder de compra). Pero no sólo eso, son los países en los que el 10% más pobre de la población es casi 14 veces más rico que el 10% más pobre de sus homólogos más sometidos.

Los países de mayor libre empresarialidad (mayor libertad económica), tienen mucha menos pobreza que los más sometidos, mídase ésta como se mida: según el criterio de los 1,90 $, de los 3,20 $ o de los 5,50 $ diarios.

Pero es que además, en los países con economías más libres la gente vive mucho más: casi 14 años adicionales en promedio; los niños se mueren mucho menos; y hay tasas de inscripción escolar superiores. De hecho, la educación es superior, no sólo en términos de los años de escolaridad, sino de la calidad del conocimiento adquirido y de los logros académicos obtenidos.

Y aunque esto sólo sea una aproximación, porque la felicidad es algo muy complicado de medir (si es que es posible), el Banco Mundial creó el Índice de felicidad mundial que ilustra, una vez más, que los países con más libertad económica son los que más felices parecen tener a su población.

Y se preguntarán ustedes ahora: ¿por qué el verdadero emprendedor debe ser consciente de estos tres niveles: el individuo, la comunidad y el mundo? Porque esa claridad en su pensamiento y en los límites dentro de los cuales puede actuar es justo lo que hace que desarrolle acciones de mucho beneficio para él y para los demás; que defienda, promueva y luche por los auténticos pilares del desarrollo; y que no clame por privilegios ante los estados que terminan siempre beneficiando a unas élites a expensas de un inmenso sufrimiento humano.

Si quieres convertirte en una luz para el mundo: 1) conoce tu rol en los tres niveles trascendentes: el individuo, la comunidad y el mundo; 2) actúa con valor: no dejes que tus ideas e intenciones se queden sólo en papel; y 3) fórmate bien, no sólo en tu área de especialidad, sino también en economía, comunicación y gerencia seminal; aprende a controlar tus propios sesgos cognitivos. En definitiva, fórmate para que seas una luz para el mundo. Sólo así podremos algún día alcanzar la Venezuela de ensueño que casi todos deseamos. ¡Muchas gracias!

Luis Cirocco. 
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