Hablar de principios, no de valores

Es de común uso el decir "los valores han desaparecido", "ya no tenemos valores" o "tenemos una grave crisis de valores", todas estas expresiones con muy buena intención, buscan alertarnos sobre la necesidad de recuperarlos, accionarlos o aplicarlos en nuestra cotidianidad.




Sin embargo, el momento histórico que vivimos donde las guías para identificar o definir el acertado comportamiento en el contexto social se tornan subjetivos, porque el Yo, egoísta e individual, es el referente, nos obliga a utilizar un complemento que ayude a superar el caínismo y nos adentre en un océano de objetividad, para que
"entre gustos y colores no han escrito los autores" o "cada cabeza es mundo" no sean la medida de un sociedad que pide un equilibrio y una sana orientación.




Al revisar la historia nos encontramos que la axiología siembre se ha debatido entre dos aguas: la subjetividad, esa que nos dice que los valores dependen de la persona que los valora, siendo la contraparte la objetividad, la que nos dice que ellos existen independientemente del sujeto que los valora.

Ahora bien, la primera se ha posicionado en la cultura de la posverdad, donde no importan los hechos, importan lo que individualmente creo, opino y pienso, lo que genera una brecha insalvable entre lo que se debe hacer y lo que hago.

Es allí, donde aparecen los principios como elementos complementarios que permiten equilibrar, para hacer más justa la evaluación del comportamiento que debemos tener como sociedad y así la armonía se fortalece.




Entiendo que puedas decir que es más de lo mismo, pero si lo analizamos desde lo práctico descubrimos que a pesar de ser un simple cambio, no es un cambio simple.

Por ejemplo, un hombre religioso ora a Dios, se consagra a él y sale y delinquir: Roba, mata, secuestra, pero considera justa su actuación desde su fe y más de uno también lo considerará.

Esta actuación conforme a los valores religiosos, se tambalean cuando lo miramos desde los principios, porque violar principios como son: la vida, libertad o del bien nunca serán comportamientos que favorezcan la vida equilibrada en sociedad.

Es por ello, que debemos promover en nuestro lenguaje un vivir los principios, porque nos benefician a todos, por su universalidad, además que ellos no dependen de ningún tipo de condición o interpretación, mientras que los valores al ser cuestionables nos hacen actuar de manera egoísta, obrando desde "es lo que creo o me parece", al punto que muchos no respetamos ciertos valores, porque no coinciden con lo que creemos, llevándonos a no tener compromiso con estos.




Una persona que vive los principios no actúa bajo el hecho del "es lo que yo creo", siempre hará un esfuerzo por conocer qué es eso más conveniente para todos: lo que es bueno para la convivencia social, por ello no podrá ser arrastrado hacia fanatismos de agresividad y violencia que atenten contra otros, ni contra sí mismo.

Hoy hablamos de ser tolerantes, pero la manera como lo hacemos contraviene el respeto, la no violencia y el pacifismo, porque no tenemos un baremo que nos indique cuan acertado o no es nuestra conducta, siendo allí donde los principios se vuelven un enorme faro para guiarnos en esas circunstancias.




En conclusión, los principios son un marco de referencia objetivo y universal para el obrar virtuoso, mientras que los valores, que permiten describir a cada persona desde su particularidad e individualidad para su crecimiento interior se han contaminado por un paraje histórico muy destructivo, debiendo nosotros fomentar una cultura de principios para que podamos ajustar nuestros valores, allí la necesidad de hablar de principios, luego de valores.

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