A la caza del Diablo [ES/EN]

Español:

Quizás ser perseguidos por un ente maligno pueda describirse como la alteración de los sentidos. Tenemos una idea clara de que lo que no vemos es irreal, que son cosas que han sido creadas por nuestra mente, y que más allá de toda sospecha, el horror que significa encontrar su veracidad, nos impide avanzar en su descubrimiento.

Recibí el llamado de mi primo diciendo que iríamos de caza al Bosque L'ethuant, el cual se encuentra a 1.5 kilómetros del pueblo en el que nacimos. Allí los ciervos suelen estar merodeando el lugar, pues la vegetación es abundante y muy cerca existe un río por el que pasa suficiente agua.

Nos encontraríamos en la entrada de aquél bosque, aunque debo admitir que siempre fue una persona que llegaba tarde a todas partes, por lo que posiblemente estaría allí esperando por un largo rato.

Mientras fumaba mi cigarro vislumbré algo viniendo hacia mí. De una apariencia que no podía comprender, o al menos no existía en mi mente, pues su cuerpo estaba formado de la misma niebla que había alrededor, y cuando finalmente lo tuve frente a mi rostro palidecido, se disolvió hasta desaparecer.

Fue entonces que llegó mi primo haciendo burlas porque me veía asustado. No tenía la menor idea de la extraña experiencia que había vivido hacía apenas unos minutos.

Procuré no contarle lo que había sucedido ni tampoco generarle ningún tipo de pavor. Por lo que nos terminamos adentrando en el bosque buscando un ciervo al que cazar.

Me preocupaba la niebla que circulaba por el lugar, haciendo que no veamos más allá de nuestros pasos, y que incluso, podría hacer que la noche nos llegase mucho más antes de lo que habíamos pensado.

Veía en los ojos de mi primo un sentimiento de intranquilidad. Como de no querer estar allí, y el hecho de portar un rifle tampoco lo dotaba de valentía. Parecía que su cuerpo estaba siendo dominado por los escalofríos de una tarde inconclusa.

Él estaba acelerado, quizás fuera de sí, y en un momento salió corriendo a toda prisa en busca de quién sabe qué. En ese instante lo perdí de vista y luego escuché al menos tres disparos los cuales no pude saber de donde provenían.

Sabía que estaba en graves problemas y más teniendo en cuenta que mi primo tiene una esquizofrenia leve, pero que en estos momentos no convendría despertar. Corrí a ciegas, sin dirección aparente, solo guiado por mi intuición entre la desesperación de encontrarlo cuanto antes.

Esquivé árboles, salté troncos en el camino, resbalé piedras cayéndome más de una vez, hasta que divisé su mochila entre los arbustos. Estaba abierta y la munición por todos lados, haciéndome pensar que quiso recargar el rifle y no pudo, algo lo impidió.

No tenía más opción que seguir adelante y encontrar a mi primo. Seguí por un largo tiempo perdiéndome en el bosque, quizás pensando que lo encontraría sin vida o tal vez jamás lo pudiese volver a ver. Cuando de repente lo vi tendido en el húmedo suelo, totalmente boquiabierto luchando por vivir.

Revisé su cuerpo y tenía una herida en el pecho que se desgarró hacia el abdomen. No sé a ciencia cierta qué lo atacó, pero sabía que era algo que no podríamos enfrentar. El solo hecho de pensarlo traía a mi mente imágenes de nuestra muerte.

Me tomó del hombro y me susurró algunas palabras que me quebrantaron el corazón. Se estaba despidiendo de una forma que no merecía, no ahora ni nunca. Le prometí que lo llevaría a casa y que volveríamos a reír juntos, como siempre lo hicimos.

Abrí mi mochila y saqué de inmediato el kit de primeros auxilios e intenté evitar que la hemorragia acabase con su vida. Asustado me apresuré en cargarlo pero estaba muy pesado, sus signos vitales estaban cayendo y no sabía qué hacer. Como pude lo arrastré unos cuantos metros hacia donde podía verse el brillo de la luna, pues sabía que ahí era el camino correcto hacia la salida de esta inmundicia de lugar.

Tomé mi celular de la mochila y llamé a mi padre a que nos venga a buscar. Había muy poca recepción de señal, algo que me hizo casi entrar en pánico. Sentí mi estómago revolverse de la ansiedad, al mismo tiempo que mis piernas parecían no responder o coordinar. Estaba comenzando a temblar y no era dueño de mis propios movimientos.

Entré en llanto junto al casi funesto cuerpo de mi primo. Abrazándolo mientras sentía el suave aire de su respirar, que muy pronto podría dejar de suceder tras sus esfuerzos de quedarse junto a mí.

Esperamos ahí unos 15 minutos los cuales se sentían horas. Me preocupé mucho más cuando mi primo empezó a toser sangre. Sus labios estaban muy pálidos y su rostro cubierto de sudor. No había más tiempo.

Luego de 5 minutos más llegó mi padre en su auto, tocando bocina y alumbrando con las luces hacia el bosque. Pudimos ver que estaba cerca, aunque la niebla no dejaba ver con claridad, él estaba allí a punto de rescatarnos. Fue entonces que tomé de la mochila una bengala y la prendí, por lo que nos divisó de inmediato y se acercó.

Su valentía se hizo presente cuando nos indicó qué teníamos que hacer. Casi como si se especializara en eso. Lo tomamos de los hombros y lo cargamos hacia afuera dejando el equipamiento en el bosque, pues había poco tiempo para llegar al hospital.

Habían pasado ya tres semanas desde lo que había ocurrido y mi primo había vuelto a la realidad luego de permanecer en coma inducido. Él me contó lo que vio, que fue lo más aterrador que haya vivido alguna vez.

No quise ahondar mucho en el tema por miedo a que tenga algún trauma. Pero lo cierto es que según sus palabras, aquello que lo atacó era al menos dos veces el tamaño de él, tenía cuernos enormes, y poseía como brazos unas grandes garras con las que despedazaba a los animales que llegaban allí, y que esa herida no fue más que un intento de huida de aquella desconcertante forma de vida frente a sus disparos de fuego, hechos en principio para matar al ciervo que intentaba cazar.

Cuando pasamos cerca de ese lugar nos es inevitable pensar en la atrocidad que podría significar caer de vuelta en ese bosque, en el que sin lugar a dudas moriríamos, esta vez sin un alma que nos salve la vida.