AMATISTA | OCTAVA PARTE: REVELACIONES


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«La envidia es el gusano roedor del mérito y de la gloria».


— Sir Francis Bacon

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OCTAVA PARTE


REVELACIONES

La medianoche llegó convirtiéndose en nuestro testigo. Helena me condujo por pasadizos secretos que eludían la mirada de los centinelas hasta llegar a las afueras de su mansión. Tuvimos algunos problemas en el camino, mis recuerdos casi me delataban; me quemaban, me hacían daño, hubo momentos en que quería arrodillarme y gritar. Mi esposa no entendía lo que me pasaba, solo sabía que entre más pronto saliéramos de ese lugar estaríamos más seguros.

Encontramos una abertura; vetusta y ominosa, su casa era más antigua de lo que imaginé. Nos adentramos por un camino iluminado por gemas subterráneas de color dorado, llegando finalmente hasta una trampilla secreta donde terminamos en las afueras de la mansión de los Sovedosa. Me sentí libre en ese momento, pareció que hubieran pasado días desde mi encierro.

Helena me tomó de la mano e hizo un ademán de que guardara silencio. Lo capté inmediatamente y juntos atravesamos un sendero pedrusco arropado por un túnel de árboles frondosos. Llegamos hasta un claro donde nos esperaba un coche con un lacayo esperándonos. Nos embarcamos e inmediatamente el transporte arrancó, llevándonos con celeridad hacia la ciudad.

Veía a mí alrededor y todo me parecía familiar. Había una sensación extraña y discrepante que me decía que este era mi hogar y a la vez no. Nunca había sentido tanta confusión en mi vida y más aún, no sabiendo mucho sobre el estado de mi hija. Helena me tomó de la mano reivindicando su apoyo desde el principio, aunque pude notar esta vez en su rostro un aire de preocupación: «¿Será porque estamos rompiendo una regla muy importante?», me pregunté, pero luego pensé que era algo que iba más allá de eso.

Llegamos finalmente al hospital central de la ciudad. Al estar en la entrada, el lacayo nos abrió la puerta del auto, y yo, junto a Helena, nos adentramos al edificio raudamente. Sentí que en cualquier momento nos pillarían y quedaríamos expuestos, pero todo lo contrario. El personal del hospital; vigilantes, enfermeros, recepcionistas y doctores, parecían estar bajo un trance hipnótico. Incluso los pacientes no parecían tener control sobre su voluntad.

—No te preocupes por ellos, no les ocurre nada malo. —Explicó Helena—. Solo los puse a dormir completamente para que no interrumpieran nuestra visita hacia la habitación de tu hija.

— ¿Puedes dormir a las personas a voluntad? —Le pregunté sorprendido.

—Sí, de hecho, la mayoría de nosotros puede hacerlo. Nuestros dones extraordinarios se van desarrollando a medida que adquirimos más antigüedad. Quizás algún día tú los desarrolles también Erasmus. —Sonríe levemente con alegría.

Me sorprendí realmente por su habilidad, pero en ese momento solo estaba enfocado en encontrar a mi hija. Utilicé mis recuerdos para visualizar algún rastro, y finalmente lo conseguí en el cuarto piso de aquel gran hospital. Entramos a la habitación y estaba completamente vacía. La cama donde estaba postrada mi hija se encontraba recién arreglada y con sábanas nuevas. Una enfermera inerte por la hipnosis se hallaba aparentemente cambiando el agua de un florero que estaba sobre la mesa. Necesitaba información y sabía que ella me la podía dar.

— ¿Puedes despertarla? —Le pregunté a Helena—Necesito preguntarle donde está mi hija.

Helena accedió preocupada y enseguida la mujer despertó de su trance en un suspiro. Nos observó anonadada, como a un par de extraños, y yo me le acerqué inmediatamente una vez que recobró la conciencia.

—Disculpe señora, —le pregunté a la enfermera—¸ ¿sabe que le pasó a la niña que estaba acostada en esta cama? Soy su padre.

La mujer, vislumbrando el lecho, ostentaba un rostro congelado. No manifestó expresión alguna al principio hasta que, después de unos segundos, pareció recordar a mi hija.

— ¡Ah, cierto! La pequeña Amanda, —dijo la enfermera—, como lo siento señor que tenga que darle esta mala noticia. Su hija se puso gravemente fatal y falleció esta misma mañana. Fue trasladada a la morgue y están esperando la autorización de su madre para trasladar el cuerpo.

Quedé paralizado. No esperaba esa respuesta en realidad. Después de que la enfermera me explicara, Helena la colocó en trance nuevamente. Me abrazó por la espalda y me dijo: «Vamos a buscar el cuerpo de tu hija, pero hay que darnos prisa».

CONTINUARÁ...


Escrito por @universoperdido. 27 de Febrero del 2021


La foto de portada es de mi propiedad, tomada con un celular moto e4 y editada con PhotoScape y Snapseed.

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Publicaciones anteriores de la serie Amatista

PRIMERA PARTE: RESURRECCIÓN
SEGUNDA PARTE: REGNUM
TERCERA PARTE: CONFLICTOS
CUARTA PARTE: OCULORUM
QUINTA PARTE: FAMILIA
SEXTA PARTE: RAMAS
SÉPTIMA PARTE: REMINISCENCIAS


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