Entrada al Concurso de minicuentos en honor a J. L. Borges de Literatos | Título del cuento./ Timothy Tank, y el amor por lo que leo

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De los vicios podemos hablar todo el día, porque varían según la naturaleza, y aunque se consideran malos, el de Timothy Tank parece ser de lo más pintoresco que existe. Timothy se volvió adicto a los libros desde que tenía 8, cuando su padre le regaló "La divina comedia", pensando en que sería algo ideal para que un niño se entretuviera.

Un libro completamente devorado que comenzó con una temible justa de lectura por el niño que adoró más a los libros que a su propio ser, y que se quiso sentir transportado dentro de las páginas que leía.

La pasión por los libros era inmensa, y la biblioteca del pueblo su base de operaciones. Timothy no salía de allí durante sus horas libres, haciendo que poco a poco, se fuera desprendiendo del mundo. ¿Quién comprendía a Timothy? Pues sólo las páginas que a diario leía.

Desde el Quijote, hasta Tom Sawyer, eran amigos del joven que ya con 14 años, había leído con detenimiento y facilidad "En busca del tiempo", hasta 4 idiomas distintos. Todo un incomprendido.
Se sentía un genio en medio de la ignorancia, y ni el libro más explicito relacionado al tema, lograba acercarlo a la gente; sobre todo en aquellos años donde la nieta de la bibliotecaria Dorothy, la pequeña Melanie, ya dejaba de ser una niña, y como él, ya tenía 17, y ya la veía con unos ojos distintos.

Ni sus héroes de la infancia podían ayudarlo a acercarse a esa chica, que de libros no parecía amante, al menos no los que Timothy frecuentaba. Sin embargo, siempre la veía ayudando a su abuela, eso si, escondido dentro de una enciclopedia.

Acaso el Mago de "Las ruinas circulares" se habrá conseguido con una desafío de este calibre? Timothy no hallaba la forma, porque todo lo que conocía del mundo era por un libro, o era un libro. Y de la nada teniendo la respuesta frente a él, hizo lo más sensato: Regalarle un libro a Melanie.

Podía recomendarle uno de la biblioteca, ya que era inmensa y variada, pero no tendría el mismo impacto. Tampoco comprarle uno, porque temía que en un punto, ella pudiera haberlo leído, así que en un esfuerzo extraordinario, Timothy tomó sus memorias, y las convirtió en 100 páginas de aventuras, y lo tituló "Viviendo entre las hojas con tinta".

Al día siguiente, muy temprano llegó al lugar, y con mucha cautela envuelto en papel de regalo dejó el libro con una nota que decía: "Para Melanie, e un Timothy enamorado". Fue tanta la pena, que Timothy decidió leer en casa, imaginando y esperando alguna respuesta de la joven.

3 días, después volvió a la biblioteca, y con una sonrisa, la señora Dorothy lo recibió con una nota y una sonrisa que decía lo siguiente:

"Cuéntame más de tus aventuras, ahora mismo en el almuerzo".

Y con una cara de incredulidad, el joven Timothy le agradeció eternamente a sus grandes amigos, los libros.

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