Entrada al Concurso de minicuentos de Literatos | Sobreviviendo


Sobreviviendo

Ella se asomó por la ventana y lo vio venir, ya ni se acordaba, cuántas veces había repetido aquella acción. Se fue hasta la cocina y empezó a lavar los trastes, tenía varios días tratando de terminar esa tarea; cuando iba a comenzar a lavar, escuchó el ruido de la puerta.
—Esto está cada día peor, ni siquiera hay respeto.
—Y quién va a respetar un borracho como tu, la verdad es que no se cómo pueden comprarte esa porquería que vendes.

La gente compra lo que sea, pensó, ahí en las calles hay de todo, es duro, uno tiene que comer lo que puede o comprar miche para olvidar …
—¿Y conseguiste algo para hoy? No he podido lavar este corotero, no hay jabón.
—Anoche estuvo movida la cosa, te acuerdas del tuerto Julio, le cayó la policía, todos ahí sabían que él vendía monte, la gente salió a defenderlo, el muy sinvergüenza tiene 8 carajitos, no sé cómo le hace, nosotros somos dos y casi todos los días estamos mirando el cielo…
—¿Y tú te metiste en ese lío Pablo?
—No Mercedes, yo miraba desde lejos, los polis se llevaron un montón de gente, yo, me encorve más de la cuenta y me fui alejando.

La mujer dejó de lavar los peroles y se sentó a un lado de Pablo.

—Cuidado te caes, tiene un pata rota, —le advirtió.
—Aquí nada sirve…
—¿Lo dices por ti, Mercedes?
—No , lo digo por los dos. ¡Jajajaja!
—Ya me estoy cansando de esta vida. ¿Hay algo para comer? me suenan las tripas.
—Quedó un poco de caldo. Pero, tu no dejas de tomar ese miche…
—Dios no nos deja morir.
—Es mejor estar muerta, así no hay preocupación.
—¿Cuál es el problema? Dios proveerá.

Se acordó de esas palabras, se le quedaron grabadas cuando decidió irse a la ciudad. Hay más opciones de trabajo. Miró a Mercedes que apenas tenía diecisiete años y una sonrisa larga que lo había enamorado. A lo mejor los viejos van a estar contentos, una boca menos para alimentar.
Quien sabe si por allá les va bien, nos mandan una ayudita, —les dijo el viejo, largando un escupitajo de chimó.

—Por ahí vino Adolfo, buscando dinero, —dijo Mercedes, —te dejó dicho que todavía le debemos la casa, andaba borracho como siempre.
—¡Que se vaya al infierno! Viejo usurero.

Pasaron varios días mirando edificios y recorriendo calles, ofreciendo sus servicios. Mercedes consiguió para lavar trastes en algunos restaurantes y él, a duras penas limpiando la mala yerba en algunos jardines.

—Ojalá se muera ese viejo, tiene un montón de ranchos para alquilar, es una sanguijuela…
—No le desees mal, la maldad se devuelve, —gruñó Mercedes. — dijiste que aquí nos iba a ir mejor que en el pueblo.¡Cuánto tiempo ha pasado! Ni siquiera sé, si mis viejos aún viven.
—Ellos deben estar igual, no saben nada de nosotros, también deben pensar que estamos muertos…
—Tú me dijiste que todo iba ser diferente…
—Yo también lo creía…, ahora no valemos nada.

Está ciudad nos tragó, nos vomitó y ahora solo somos desecho. Ella me culpa y con mucha razón, todo lo que prometí es solo viento, aún recuerdo a Freites, no se si agradecerle, pero gracias a él, podemos comer, pero eso nos costó el alma.

—¿Qué tengo que hacer? —le pregunté.
—Solo colocar estos paquetes , estaré pendiente de que todo vaya bien, luego tendrás para comer.
—Eso es pan comido, cuando comienzo.
—¡Ya!

Mercedes se sorprendió cuando le traje para comer, esa noche bailamos y tuvimos sexo.
Luego las calles me tomaron y era como si viviera en una pesadilla y comencé a tomar licor.
—Pablo ¿Qué pasó con Freites?
—Lo agarró la policía y allá lo esperaban y no era para protegerlo. Me dejó un contacto, ese otro hombre me dejó solo. Aprendí a poner diferentes caras, según las circunstancias… ¡Tengo que irme!
—Pero si acabas de llegar, ¿ya no te provoca estar conmigo?
—No empieces con dramas.

Mercedes se quedó mirando la ventana, dejó caer algunas lágrimas y viajó en silencio hacia su pueblo, los caminos se le perdían en el pensamiento y prefería esa luz resplandeciente que no le mostraba ningún sitio para llegar.

A veces pensaba en el pueblo, pero era algo lejano, ya sin importancia. Caminaba rápido, metió sus manos en los bolsillos y no agarraba nada, sintió un temblor, no recordaba donde había dejado la mercancía. Algunas sirenas se dejaban oír por las avenidas, eso lo ponía nervioso. Pablo se fue encorvando, sabía que está vez la ciudad podía vomitarlo en cualquier lugar.

2022-11-06 11_03_45-Window.png
Concurso de minicuentos en homenaje a Juan Carlos Onetti, aquí dejo el enlace para el que quiera participar: Pulse aquí

<sub>La imagen de portada fue creada con Bing Copiloto de Microsoft y editada con PhotoScape.</sub>  

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now