Retazo 26

Un ser blando, flexible, húmedo y oscuro encuentra la luz, la sequedad, la rigidez y la dureza que hay y ha habido fuera de él. Se topa, de repente, con lo que siempre se le había negado, maravillándose y sintiéndose libre por poder alcanzar lo prohibido. Pero la dureza le hace ser menos blando; la rigidez, menos flexible; la sequedad, menos húmedo; y la luz, la luz que ilumina todo lo que está descubriendo, le hace daño en sus ojos acostumbrados a la oscuridad.

Todo ha cambiado, todo es distinto. Al sentir esas nuevas sensaciones en él, se reencuentra con el ser duro, rígido, seco y luminoso que siempre ha habido en su seno, el que ha tenido que ser duro porque cualquier blandura se le tenía prohibida; el que ha tenido que ser un rígido autómata porque la flexibilidad indicaba cobardía; el que ha tenido que secar sus entrañas porque por sus venas no podía correr ningún sentimiento; el que ha tenido que ser luminoso aun cuando en él sólo había tormentas; aquel que aún no ha podido huir de la obra escrita igual que sí mismo.

De nuevo, todo ha cambiado, todo es distinto. Una sensación lo inunda todo, una sensación de oscuridad cálida que mece su ser al ritmo del tambor del universo.

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