— Que sí, tío, la muy puta me hizo venir para esa mierda...
Y mi tío que es tremendo jodedor, tremendo militar hijodeputa (como todos los militares hijosdeputa son) se cagaba de la risa y se le salían los ojos en ríos de lágrimas de tanto reírse, botaba los pelos de los bigotes como agujas. Yo no tuve más remedio que reírme también, a carcajadas, escupiendo y riéndome y tomando ron para seguir riendo más fuerte
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
jajajajajajajaja
la muy puta la muy puta
jajajajajajajaja
la muy...
que dan ganas de meterle la cabeza en un latón de basura y el cuerpo separado tirarlo al mar, pero eso podría ser un crimen porque los peces se pondrían ciguatos y aquí la gente se come lo que pesca en el malecón y se enciguatarían también. Y ahora soy una picúa como una tabla, –así de este largo– ciguato por el veneno de la carne podrida lanzada al mar, y puedo ser pescado por cualquiera y ser comido entre ron y dominó y acabar con todos en terapia intensiva, cayéndoseles los dientes y perdiendo el pelo, que a mí no me importa ni un carajo.
Y llegamos al apartamento de Nuevo Vedado y coño, de aquí sí que se ve la Habana, un quinto envidiable. Es hora de montar un puesto de avanzada, llamar a todos los amigos para ver si espanto los cuervos de una vez, y hacer de esta historia un final mejor del que ahora mismo auguro.
Estimado lector: ¿Le gustaría un mejor final?, con otra muchacha, algo así romántico a lo canción de Pablo Milanés
El ron siempre ayuda a esclarecer la mente, pone las cosas en su sitio, –pernocto en un quinto y ya me creo Pedro Juan Gutiérrez–. La bebida pone las cosas en su sitio y te hace reflexionar mejor.
Si no hubiera sido tan zopenco, ahora estuviera con Ania, la muchacha que me escribe por internet, que estaba loca porque yo viniera. Pero lo eché todo a perder. Tengo su dirección y el número de teléfono, pero no me atrevo a buscarla, sería un cabrón si pensara que con todo esto ella me iba a hacer caso. Pero quiero llamarla, después de todo me gusta retar al destino, después de todo estoy aquí y de alguna manera tendré que arreglar mi vida, me lo debo.
Nuevamente al aparato telefónico, de tanto usarlo ya me imagino como un tipo Zuñi con yesca y pedernal haciendo señales de humo a cualquier cosa que se mueva allá abajo en las faldas del Gran Cañon del Colorado, un indio pidiendo auxilio y la respuesta de un Cowboy: Hey you, what fucking are you doing there?! O la voz de Ania diciendo ¿Oigo?... dígame.
–¿Ania?, cómo estás… estoy en la aquí en la Habana, en casa de un tío… Sí, la cagué, es verdad que la cagué… mañana recibo un premio, quieres acompañarme… discúlpame, tenía que haber llamado antes…. Sí lo sé…
–No importa,
dónde estás metido…
dame el teléfono…
nos pudiéramos ver mañana…
en 23 y Malecón
a las ocho
¿Sabes llegar?
–Me sé una canción de Ireno García que es como un GPS.
Micronovela LA LUNA NOS ESPERA EN 23 Inédito.
Autor: @noakmilo
Portada: Radio Rebelde
Separadores: Canva
