Ficción: La decisión de Lucía


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La decisión de Lucía

Lucía venía por el corredor de la casa, luego de haber llevado a sus hijas al cuarto, cuando escuchó que tocaban la puerta. Era tarde en la noche, por lo que supuso que debía ser alguien conocido. De repente a Elvira, su vecina y que cuidaba a las niñas mientras ella trabajaba, se le había olvidado algo, pensó Lucía. De todas maneras, para estar más segura y no pecar de confiada, miró por el ojo mágico de la puerta. Lo que vio en la parte externa de la casa la dejó helada: Antonio, su ex marido, quien las había abandonado hacía tres meses, tocaba la puerta.

A pesar de que su corazón latía como un caballo desbocado, intentó hablar claramente:

_¿Qué quieres, Antonio? –preguntó y hasta ella misma se escuchó nerviosa.

_Abre, Lucía, que quiero hablar contigo –pidió el hombre en un susurro como para que solo la mujer lo oyera.

_¡Vete, Antonio, no quiero hablar contigo y menos a esta hora! -la voz de la mujer se escuchó abatida.

_Abre la puerta, mi amor. Estoy arrepentido por lo que hice. Te he extrañado mucho –imploró el hombre.

El cuerpo de Lucía comenzó a enviar señales de inquietud: sus manos sudaban y todo el cuerpo le temblaba como si tuviera frío. Parecía que fuera en ese instante cuando Antonio se fue y era ella la que le rogaba que se quedara.

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Cronológicamente, todo había comenzado hacía un año, cuando aún Lucía estaba embarazada. Le llegaron rumores que Antonio estaba saliendo con una compañera de trabajo. Ella no le dio importancia, pero cuando los rumores fueron insistentes, le preguntó directamente a Antonio. Él lo negó en ese instante:

_¿Vas a estar creyendo todo lo que te digan, Lucía? –le preguntó Antonio con desprecio, como si su esposa fuera una niña con rabieta.

Aquellos rumores persistieron y un poco más de una semana después, la misma Lucía vio que Antonio se paseaba con una chica. En esa oportunidad, él lo aceptó, pero le echó la culpa de su infidelidad:

_Es que ya no eres la misma, Lucía. Eres otra. Solo estás pendiente de la casa. ¿Y yo dónde quedo? El embarazo te ha puesto gris, insípida, aburrida. –describió Antonio a la mujer mirándola desde la altura, como si Lucía fuese un coleto.

Lucía, en vez de protestar e insultar a su marido, le pidió disculpas, no solo por haberlo descuidado en la relación, sino también por haber descuidado su apariencia física:

_Dame una oportunidad, Antonio. Ya vas a ver cómo vuelvo a ser la misma de antes –rogó Lucía prometiendo devolver el tiempo. Antonio aceptó quedarse, pero ya la relación estaba rota: solo era cuestión de tiempo para que todo se acabara. Y todo acabó una semana después de dar a luz a su segunda hija:

_Lo lamento, Lucía, pero ya no siento nada por ti. Esta relación me ahoga. No estoy dispuesto a sacrificar mi vida quedándome en esta relación que no me aporta felicidad ni otra cosa, solo rabia –aseguró Antonio y se fue, a pesar del llanto, de los ruegos de la mujer y de las dos hijas que estaban en la cuna.

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Esos pensamientos tristes fueron los que vinieron a la mente de Lucía mientras Antonio le pedía:

_Abre Lucía, por favor. Hazlo por las niñas –siguió susurrando afuera.

En ese instante, Lucía tomó el picaporte de la puerta con manos temblorosas. Dudó un instante y luego suspiró. Sería tan fácil abrir la puerta y comenzar de nuevo. Pero Lucía le pasó doble seguro y se alejó de la puerta. Lucía ya no temblaba, tampoco tenía miedo.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS

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