Siempre será muy difícil escribir sobre Antonin Artaud, el poeta, ensayista, dramaturgo y actor nacido en Francia el 4 de septiembre de 1896, por la intensa vida de búsqueda personal, de sufrimientos y “experiencia de los límites” (Philippe Sollers dice) que constituyó su potente existencia. Como expresa el prologuista de una edición antológica de su obra, Marcos-Ricardo Barnatán: “Su auténtica labor entre los hombres fue la de expresarse a sí mismo, una aterradora, obsesiva e implacable búsqueda de la verdad intrínseca que llevó a los estados más calamitosos del abandono vital, de debilidad y autodestrucción”. De allí que haya sido considerado entre los “poetas malditos”, expresión usada en el siglo XIX por Paul Verlaine.
Su vida es muy compleja como para pretender recogerla en este acotado espacio (pueden leer un amplio registro en la referencia citada). Indicaré sólo algunos aspectos: desde muy joven tuvo que ser internado por ciertos trastornos psíquicos, lo cual se repitió en otros momentos de su vida, como cuando tuvo que pasar alrededor de nueve años en diferentes asilos, entre 1937 y 1946. Fue un uno de los primeros protagonistas del movimiento surrealista desde 1924, aunque rompió con André Breton, la principal cabeza del movimiento, en 1926 por diferencias fundamentales. En 1936 viajó a México donde tuvo una experiencia central en su vida: vivió con los indios Tarahumaras, en la Sierra Madre, y conoció los ritos del peyotl (peyote).
Dedicó gran parte de su vida al teatro, como actor, director y escenógrafo, y montó varias obras teatrales. Pero su principal aporte es la propuesta del llamado “Teatro de la crueldad”, recogida en su importante libro de referencia universal, El teatro y su doble (1938). La concepción es un tanto compleja para sintetizar fácilmente; se trataría de aplicar un sentido de rigor, de cierta violencia, con una concentración intensa de los elementos escénicos, concepción muy influida por el teatro-danza balinés. Es considerado uno de los padres del teatro contemporáneo.
Artaud actuó en varios filmes, como en el Napoleón de Abel Gance (1926) y en La pasión de Juana de Arco de Carl Dreyer (1928).
Escribió en 1947 un imprescindible ensayo para acercarse a su visión de la vida y el arte: Van Gogh, el suicidado de la sociedad. Su obra poética cuenta con tres libros esenciales: El ombligo de los limbos (1925), El Pesa-nervios (1927) y El arte y la muerte (1929). La afamada editorial francesa Gallimard ha publicado sus obras completas que constan de aproximadamente 28 tomos.
Seguidamente reproduciré unos fragmentos y poemas suyos.
De El ombligo de los limbos:
Donde los otros proponen obras yo no pretendo más que mostrar mi espíritu.
La vida es quemar preguntas.
No concibo una obra separada de la vida.
No quiero la creación separada. Ni concibo el espíritu separado de sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los proyectos de mí mismo, cada una de las heladas floraciones de mi alma fluye babosamente en mí.
***
Poeta negro
Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.Selva, selva, hormiguean ojos
en los pináculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.Los ojos se enfurecen, las lenguas giran
el cielo afluye a las narices
como azul leche nutricia;
estoy pendiente de vuestras bocas
mujeres, duros corazones de vinagre.
De El Pesanervios
Reencontrarse en un estado de extrema conmoción, esclarecida de irrealidad, con trozos del mundo real en un rincón de sí mismo.
***
Si uno pudiera probar solamente su nada, si uno pudiera reposar en su nada y que esa nada no fuera una cierta forma de ser, pero tampoco la muerte total.
Es tan duro dejar de existir, dejar de estar dentro de algo. El verdadero dolor es sentir cómo se desplaza nuestro pensamiento en uno mismo. Pero el pensamiento como un punto no es seguramente un sufrimiento.
Estoy en el instante en que no me aferro más a la vida, pero llevo conmigo todos los apetitos y las insistentes titilaciones del ser. No tengo más que una ocupación: volverme a hacer.
De Fragmentos de un diario del infierno
Cuando yo me pienso, mi pensamiento se busca en el éter de un nuevo espacio. Estoy en la luna como otros están en su balcón. Participo de la gravitación planetaria en las fisuras del espíritu.
De El teatro y su doble
Si el teatro ha sido creado para permitir que nuestras represiones cobren vida, esa especie de atroz poesía expresada en actos extraños que alteran los hechos de la vida demuestra que la intensidad de la vida sigue intacta, y que bastaría con dirigirla mejor.
Pero por mucho que necesitemos de la magia, en el fondo tememos a una vida que pudiera desarrollarse por entero bajo el signo de la verdadera magia.
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Como podemos notar en los textos reproducidos, el pensamiento –palabra central en su visión– de Artaud está conformado por un vitalismo radical, que intenta irrumpir contra la separación, entre ellas la provocada por el peso de la racionalidad (de allí su identificación con el surrealismo), apostando por el cuerpo, la acción, el gesto, la magia de la palabra trastocada en imaginación sin parámetros, habitando en los márgenes de la propia vida.
Referencias:
Antonin, Artaud (1980). El Pesanervios (2ª ed.). España: Visor.
Antonin, Artaud (1987). El teatro y su doble. México: Edit. Hermes.
Pellegrini, Aldo (1981). Antología de la poesía surrealista (2ª ed.). España: Edit. Argonauta.
https://es.wikipedia.org/wiki/Antonin_Artaud
En este enlace puede acceder a varios textos de Antonin Artaud.
Gracias por su lectura.
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