Paternidad arcaica/ Ficción.


Amigos en Hive y especialmente apreciados amigos en la comunidad de Literatos, con mis saludos dejo para su lectura esta historia.


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Paternidad arcaica


Luis bebe agua del riachuelo. Con las piernas abiertas, sumergidas hasta la rodilla en la suave corriente, dobla su torso para colocar su boca en la superficie del agua. De esta manera sorbe con total delicadeza en el flujo. En su espalda lleva el carcaj que nunca abandona y sobre su hombro el gran arco. Su silueta, recortada contra el brillo reflectante del riachuelo, es la representación del hombre de la selva.

-Sal del agua, sal del agua…- Desde la orilla le llegan voces apremiantes.

Han venido a buscarlo. Su mujer, con su madre y su suegra, se han internado buscando un caño de agua, lejos de la churuata, porque ha llegado el momento de dar a luz a su primer hijo.

Con gestos de urgencias, Luis sale del agua, cruza la arcillosa playa y alcanza el camino que lleva a la churuata. El grupo familiar lo sigue desde lejos, a ellos les corresponde velar porque se cumplan los pasos del rito de los dolores y cargos de la paternidad.

El hombre sabe que no debe exponerse a ningún tipo de peligro mientras dure el parto. Su íntima conexión con su mujer puede transmitir estos peligros al cuerpo de la parturienta y del niño. Permanecerá acostado en su hamaca, custodiado por sus amigos y familiares cercanos.

-Yo sentí mucho dolor cuando naciste tú, mi hijo…- Le está contando el padre.

-Me vieron las mujeres cuando quise ir a la selva y vinieron todos a perseguirme. Me hicieron correr alrededor de la churuata, dándome palos hasta que me sacaron un poco de sangre. Entonces pararon.-

Todos lo escuchan en silencio.

-Cuando regresé a la hamaca tuve una visión de tu madre pariéndote. Entonces entendí los dolores que ella sentía.-

El grupo ríe estruendosamente.

Luis está pensativo, recostado en su hamaca. Hoy él debe librar las batallas contra los espíritus de la naturaleza que pueden dañar a su hijo. No puede cazar, ni caminar en la selva, ni hacer ningún tipo de trabajo físico, ni exponerse a ningún tipo de espíritus de la naturaleza.

Sobre todo tiene miedo de exponerse al espíritu (kíkola) del mono blanco, quien puede introducirse por la matriz y con su cola, usada como un lazo, retener al naciente. Si se acerca al río estará propiciando que los Kíkolas de los peces ocupen y obstruyan el canal por donde el niño vendrá al mundo.

Desde afuera comienzan a llegar rumores, sabe, por eso, que su mujer ha regresado de la selva y que coloca a su hijo sobre unas hojas de cambur colocadas en la tierra.

Se oye el llanto del recién nacido, entre el trinar de pájaros, el estruendo de los pericos y el chirrear de las cocoras.

Entre las siluetas del grupo de amigos y familiares que lo rodean, Luis distingue el caminar de su mujer, lleva a su hijo en brazos, sabe que se dirige a la fogata, donde permanecerá sentada todo el día, sin comer, solo tomando agua.
Alguien, con discreción, le susurra al oído que ha tenido un hijo varón.

Él tiene prohibido dirigirles palabras, solo puede mirarla sin que ella lo note.

Ya tiene permitido dirigirse al riachuelo, muy calmadamente, a pescar los diminutos peces que le hará llegar a su mujer, serán su único alimento durante la primera semana.

No cargará a su hijo ni podrá tocarlo sino hasta que el niño pueda permanecer sentado y hayan desaparecido los peligros, pero ya su mente recorre la selva en busca de la rama flexible y una muy fuerte y derecha para hacerle a su pequeño su primer arco y su primera flecha, que lo enseñaran a ser un hombre de la selva.



Gracias por leer

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@gracielaacevedo

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