En una orilla de Margarita
Señor, desde que bosteza el día,
evocas en mí una estrofa
que me lleva a pensar en poesía,
aún sin tener yo un pan en mi boca.
El mar se aquieta un momento
para retratar un recuerdo hermoso,
y hacerlo un poema con el viento,
que lean en tono afectuoso.
Oigo el canto de la gaviota mía
fuera de su bandada loca,
rimando con mi pluma fría
y su cadencia rota.
No paro de decir esto que siento,
ni cuando como el atún más gustoso,
porque este es mi mundo, el que invento
incluso lejos de mi mar espumoso.