Lágrimas de sangre azul (capítulo 1):

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Sinopsis: Dicen que la vida puede cambiarte en un instante… Alejandro tiene un secreto, guardado desde hace años, que lo llevará a elegir su destino.

Capítulo 1:

Larga ha sido la noche y el sueño aún no me atrapa en sus redes nocturnas… No puedo dormir y no creo que logre hacerlo. Mis ojos se niegan a cerrarse, clausurando la mente, atrapando los pensamientos. El único sonido que oigo a lo lejos es el zumbido del viento junto con el reloj de pie, que está en la sala. No deja atrás sus latidos, mientras que la oscuridad de la habitación se impregna en mi piel, como veneno. Me envuelve… me asfixia… pero no importa, ya nada es importante para mí.

Dicen que la vida puede cambiarte en un instante… Nunca lo creí, no obstante ahora estoy seguro de que es cierto. Todo lo transcurrido durante este largo año me parece tan solo un sueño de otra época. Como si mi vida nunca hubiese existido antes de este día… Siento el cambio producido en mí, tal cual una sentencia irrevocable. Una sentencia de soledad, de dolor. Nunca imaginé que en la vida pudiera haber tanto sufrimiento, hiriente, despedazante, infinito.

Lejanos en el horizonte quedaron aquellos ojos negros, que fueron mis compañeros en tantas ocasiones. Cómplices de ilusiones, pasiones y amor. Aquellos ladrones de mi paz se robaron mis esperanzas y mis sueños, dejando tan sólo amargos recuerdos. Mi vida cambió para siempre. Ese par insensible se fue lejos… Se fue… Y el hecho de poder observarlos al siguiente año, aunque sea de lejos, no es para mí un grato consuelo. Es un amargo castigo.

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El tiempo, como un verdugo, se detuvo en la oscuridad de la habitación, mientras imaginaba consuelos que no llegaban a mí… Es que ya no existía consuelo posible… Había perdido para siempre a la dueña de esos ojos. Aunque, reflexionando un poco, la palabra “perdido” no sería correcta, ya que nunca los tuve. ¿Cómo explicar sentimientos que yo apenas alcanzo a entender? En mi pecho siempre fue mía… siempre… Desde la primera vez que crucé la puerta de aquella fría universidad.

Todo era una locura. Ella era la hija del enemigo de mi padre. El hombre que más odiaba en esta tierra. Claro que al principio no lo sabía, sin embargo ese detalle no logró modificar mis sentimientos, por desgracia. No estábamos destinados a estar juntos, pero entonces yo no lo sabía y alimenté mis pensamientos con un futuro a su lado. Futuro que nunca llegaría. Sin darme cuenta, acabé por aumentar mi sufrimiento. Ocultar todo lo que me pasaba y estaba sintiendo fue mi prioridad número uno. Nadie debía saberlo… No obstante, como todo, llegó a un punto en donde ya no pude contenerme más. El peso sobre mis hombros fue demasiado.

Cuando al fin el día de ayer, después de años de ansiedad y dudas, no pudiendo ocultar ni un día más mis sentimientos por ella, se lo confesé todo. Sin guardarme ni siquiera la vergüenza que me provocaba confesar mi culpabilidad en ciertos aspectos. Había ocultado la verdad deliberadamente y a toda costa, al punto de hacerle la vida imposible en cuanto podía para dar la impresión de que la detestaba. Dedicándole insultos y jugándole tretas, que ahora me parecen infantiles y qué más da decir que me avergüenzan mucho.

Le expliqué sin tapujos todo lo que sentía por ella y cómo era que me había vuelto loco durante esos años de convivencia diaria. Ya que de locura podría hablarse. El cariño, que por ella siento, atravesó barreras y se esparció en el viento. Lo respiraba a diario, era el oxígeno que necesitaba para vivir. Pero qué más decir de lo que siento, mejor empiezo por el principio de ese horrible día…

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Créditos: El banner es mi propio diseño, utilicé Canva para crearlo. Las fotos las saqué de pexels.com, cada una tiene debajo la fuente.

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