Amaneció tardío, oscuro y lluvioso.
Los paraguas volvieron a lucir su esplendor.
Arrugados, caminaban por la calle con sus distintas alturas, formas y colores.
Las prisas quedaban a un lado,
el domingo se volvía más domingo.
Las bancas de las iglesias se llenaban de fieles ausentes,
y los rincones de los bares, sin rincones y repletos,
de tanta y tanta gente
que en casa no querían estar, aunque el cielo lanzara granizos, lluvia
y un fuerte viento que nunca en sus vidas de guardados secretos quieran en otros ser presentes.
Los teléfonos permanecían en callados silencios,
dando pausa solo quizás para atender
una llamada que rompiera aquella mañana
y que diera luz a esa estampa de quietud,
donde los minutos y sus horas eran indiferentes.
Solo aliviaba el recuerdo de ayer,
donde todo fue un uno y todo,
donde se encontraba una paz tan, tan diferente
que no se puede copiar.
Porque ella no tiene copia,
y de su esencia, solo ella es dueña de su presente.
Así es como vivo este domingo de presente,
aliviado y a la vez revuelto, porque mañana la espero de nuevo,
para volver a verla y que mi mundo vuelva a pararse,
pues solo viviré en el suyo,
que es donde mi corazón ahora solo duerme.
Amaneció tardío, oscuro y lluvioso,
pero, ¿qué importó?
Porque a veces soy tan feliz por un ayer
y tan feliz por un mañana,
porque volveré a verte.
Amaneció tardío, oscuro y lluvioso.
El haberte conocido… qué suerte.
.
Poema propio.
Fuente de la imagen... IA