La temible ruta 66 (Historia de terror)

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En la espesura de la noche, un camión de carga atravesaba la niebla en su camino carretera arriba. Lucas iba aguzando la vista para poder divisar apropiadamente el camino. Sin apartar los ojos de la carretera, empezó a cambiar las estaciones de radio para encontrar una que le agradara.

Un jazz suave salió del estéreo y Lucas, conforme, se acomodó en su asiento mientras, un poco más relajado, continuaba su camino.

La niebla que rodeaba las montañas no era casualidad, fuera de la cabina del camión, la temperatura era bastante baja.

En un punto del viaje, Lucas empezó a sentirse extraño, muy incómodo. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al tiempo que la señal de radio empezaba a fallar. No era descabellado del todo, pues, al estar en las montañas, era normal que la señal de radio se cortara de vez en cuando y el estremecimiento podría deberse al frío.

Una angustia desmesurada se apropió del hombre al divisar una figura femenina caminando por la orilla de la carretera.

La mujer iba descalza, llevaba un vestido blanco de tela volátil, su cabello negro y liso le cubría el rostro pues ella iba mirando el asfalto.

Lucas aceleró sin mirarla, intentando no pensar tonterías, probablemente su mente le estaba jugando una mala pasada, sin embargo, la conversación que había tenido aquella tarde con sus compañeros antes de salir, no dejaba de pasar por su mente.

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—¿La ruta 66? ¿Te toca en serio la ruta 66? —preguntó uno de los camioneros mirando a Lucas cuando éste anunciaba su destino para arreglar los papeles antes de la salida y asimismo esperar que cargaran su camión.

Lucas lo miró y asintió. Su interlocutor dio un silbido.

—¿No es esa la ruta de la mujer sin rostro? —preguntó otro hombre un poco más lejos.

—¿Tú crees en esas tonterías, Tim? —preguntó un tipo sentado un poco más cerca de Lucas.

—Bueno, Jack ha dicho que...

—Al viejo Jack le gusta hablar de más para asustar a los novatos como al buen Lucas...

—A mí no me gusta desperdiciar palabras —intervino el que se llamaba Jack—. La ruta 66 está plagada de misterios, unos más desagradables que otros, pero el peor de todos es La dama sin rostro. Esbelta, con un vestido blanco y el cabello en la cara, pero ahí está el detalle, si te fijas bien en ella, te darás cuenta de que no tiene rostro.

—¡Bah! tonterías...

—Si te la encuentras, probablemente te seguirá, en ese caso....

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Lucas dio un grito ahogado, la visión que tenía delante lo había sacado de sus cavilaciones. Una mujer vestida de blanco, descalza y con el cabello ocultándole el rostro, enfilaba la orilla del camino de frente hacia él, por el lado del copiloto.

¿Realmente se trataba de la misma? ¡Si la había dejado atrás!, tampoco es que habrían dos mujeres exactamente iguales en plena carretera a esas horas, con ropa no adecuada para el frío, solo por casualidad o por asustarlo.

Lucas tenía que comprobar el horrible pensamiento que cruzaba por su cabeza. Lejos de acelerar como la vez anterior, bajó la velocidad poco a poco y como pudo, estiró el torso para mirar a la joven por la ventana. Iba bastante despacio y lo que pasó en una fracción de segundos, a él le parecieron horas.

La mujer detuvo la marcha, se tomó ambos lados del cabello con las huesudas manos y giró la cabeza hacia él, en efecto, no tenía rostro. Dónde debían estar sus ojos, cejas, nariz y la boca... solo había piel, una pálida piel nacarada.

Lucas gritó, se incorporó y aceleró de golpe, dejando atrás a aquella mujer.

Su corazón latía muy deprisa, el viejo Jack tenía razón. No bajó la velocidad hasta más o menos media hora de camino.

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Lucas sentía que estaba en un sueño, una especie de terrible pesadilla, y que despertaría en cualquier momento.

No podía dejar de admitir que cuando el viejo Jack contó la historia, él se puso nervioso, aunque la había tomado como una mera leyenda y en ese momento, no sabía si estaba perdiendo el juicio.

Terminó apagando la radio que emitía más estática que música y siguió su camino luego de darle dos sorbos al whisky que siempre llevaba consigo.

Seguía su camino tranquilo cuando de repente...

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Casi al borde del colapso, Lucas aceleró sin importarle mucho si la velocidad que iba a ganar era segura o no, solo quería salir de ahí.

La radio se encendió sola, pero no era únicamente estática lo que salía de ella, sino un llanto femenino que subía de volumen considerablemente.

(Sonido Ambiente)

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Mientras la voz sollozaba, iba diciendo entre espasmos: «¿Por qué... por qué me abandonaste?»

Lucas, desesperadamente intentaba apagar la radio cuando de repente frenó de forma súbita pues, los sollozos sonaban en vivo y sintió el costado de alguien a su par. Al girarse, ahí estaba aquel espectro con la cabeza girada hacia él «mirándolo» y su cuerpo se convulsionaba en lo que parecían erráticos espasmos de llanto.

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Lucas se bajó de la cabina apenas el camión se detuvo y sin importarle nada, corrió fuera. Los pinos a ambos lados de la carretera susurraban, meciéndose fantasmagóricamente y el espectro seguía «mirándolo» produciendo esos estertores de muerte mientras seguía con su reclamo.

Lucas recordó que Jack había dicho que tras subirse en la cabina, el espectro lo habría marcado y que lo seguiría toda la vida si no se quitaba los zapatos y caminaba descalzo alrededor del camión.

Aquello no tenía sentido, pero asimismo no había creído en la historia y ahora se encontraba en esa horrorosa situación. Sin más y apresurándose lo más que podía, se sacó las botas y empezó a caminar para rodear el camión.

Cuando ya llegaba a la parte de atrás, escuchó algo que caía al suelo y, por el rabillo del ojo, percibió algo reptando desde el lado del conductor, dando la vuelta hasta posicionarse tras él. A cada paso que Lucas daba, oía las manos y pies de aquel ser chocando contra el asfalto, pero según los consejos de Jack, no debía volverse por nada del mundo y no mirar a ningún otro lugar que no fuese el frente.

Al llegar al punto en dónde había iniciado la caminata, dejó de sentirse vigilado y al mirar la cabina, se dio cuenta de que allí no había nadie.

Se apresuró a tomar sus botas y oyó un lejano llanto. La mujer sin rostro estaba caminando carretera abajo por la orilla del camino, probablemente asechando a algún otro incauto conductor.

Lucas se subió a la cabina y aceleró para seguir su camino, aún temblando de pies a cabeza. En menos de lo que creyó, llegó a su destino para dejar la carga y aunque su camino de vuelta sería por la misma ruta, esta vez sería de día.

Nunca más aceptó encargos que lo obligaran a cruzar, a plena noche, la terrible ruta 66.

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Espero de corazón que les haya gustado mi escalofriante relato. Como amante de este género, espero haber logrado mi cometido de asustarlos un rato.

¡Gracias por leer y comentar! (3).jpg

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