TE CONOCÍ EN UN OTOÑO (Relato)

   Mi hermano se encontraba en una cama de hospital debatiéndose entre la vida y la muerte, la enfermedad en los huesos que le aquejaba desde hacía un tiempo, había avanzado, y era tan agresiva que su médula estaba seca. Urgía un trasplante a prisa pero hasta ese momento, nadie de la familia era compatible. Una fundación que estaba conectada con el hospital, supo del caso y de inmediato muchos integrantes procedieron a hacerse las pruebas de compatibilidad. Sólo dos personas resultaron compatibles, un colaborador y el creador de la fundación, que era un artista retirado, y se encontraba en ese momento en la ciudad.

   El proceso pedía otras pruebas y el colaborador no las pasó, sólo el artista dio positivo a todos los exámenes requeridos. Llegó el día del trasplante, fue un proceso muy largo y doloroso, ambos quedaron agotados, mi hermano adolorido, no podía estar sedado durante la sesión y todavía faltaba comprobar que su organismo no rechazara el trasplante. El donante se quiso quedar a su lado hasta que pasaran las primeras 24 horas que nos indicarían si había aceptado favorablemente la médula donada.

   Mientras yo atendía a mi hermano, le acomodaba su almohada, y lo arropaba, sentía su mirada siguiéndome a todos lados. Bajaba la cabeza cuando yo volteaba a verlo, y seguía metido en su dispositivo móvil. Recibió una llamada y salió al pasillo a atenderla, y nuevamente regresó, aunque con un gesto de molestia en el rostro, se sentó en un banquito al lado de la cama de mi hermano, y me dijo que si deseaba, podía recostarme a descansar en un diván que estaba al otro extremo de la habitación, que él se quedaría a vigilar su sueño y me avisaría si algo surgía durante éste.

   No sé cuántas horas dormí, pero desperté en la mañana y el doctor venía entrando a la habitación. Tenía buenas noticias, pero algo más que comunicarnos, el trasplante había sido un éxito, el cuerpo lo había aceptado, pero se necesitaban dos trasplantes más por lo que debíamos regresar días después al hospital. Mientras tanto, mi hermano debía reposar, y Joel, el artista, sugirió que nos quedáramos en una casa que tenía en la ciudad, y así no tendríamos que viajar tantas veces.

   Estaba comenzando el otoño, ya las primeras hojas naranja y amarillas cubrían los árboles y el suelo de la ciudad. La casa quedaba en las afueras pero no estaba lejos. Era una hermosa edificación en medio de un campo reverdecido por el frío que ya empezaba a colarse. Algunas reses pastaban por los linderos, y otras bebían agua de una fuente artificial. Mis ojos no podían apartarse de aquel maravilloso paisaje. Mi hermano se quedó dormido al llegar, yo quise salir a caminar para seguir admirando aquel paisaje. Sentí sus pasos tras de mí, y nos sentamos en la pradera a conversar. Me atreví a preguntarle por qué estaba molesto después de la llamada, y me dijo que era la madre de sus hijos. Llevaban tiempo divorciados, y no lo dejaba ver a los niños.

   Pasó una semana y regresamos al hospital para la siguiente sesión. Fue igual de exitosa que la primera, y el doctor dijo que no iba a hacer falta colocar más ninguna, mi hermano había respondido muy bien al primer trasplante y el segundo era un refuerzo. No quería despedirme de Joel, esos días en su casa habían sido hermosos, recorrer cada mañana aquel campo lleno de vida, admirar los caballos, y disfrutar aquel clima tan suave, era una experiencia muy agradable, pero lo mejor de todo, era su compañía. Pero no quería enamorarme, éramos de mundos tan diferentes, y ni siquiera sabía lo que yo comenzaba a sentir. Tenía que callar lo que nacía dentro de mí, y despedirme de él, no sin antes agradecerle por haber salvado la vida de mi hermano.

   Regresamos a su casa, debía recoger nuestras cosas para ir al aeropuerto de vuelta a casa. Sentí sus manos en mis hombros, a la vez que me decía:

   — ¡Quédate, por favor! Regálame muchos días como los que viví a tu lado esta semana.

   Sentí que todo daba vueltas a mi alrededor, no sabía qué decir. Pero mis pensamientos sí estaban claros, ya lo amaba, no era sólo agradecimiento, lo había comenzado a amar desde que lo vi en el hospital por primera vez. Salimos a caminar tomados de la mano por aquel paraíso de verde intenso.

   No quería despertar de aquel sueño, quería vivirlo para siempre. Era el otoño más feliz de mi vida.


Autora: Ana C. Rivero Foucault
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Traducción: Deepl Traductor www.DeepL.com/Translator
Las imágenes personales son tomadas con un dispositivo móvil Android Xiaomi Redmi 9 de mi propiedad.
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