Anedoctas de la migración venezolana

Julio Arenas, de 39 años y nativo de Monagas, Venezuela, llegó a Trinidad y Tobago con su familia y experimentó vivir en condiciones extremas, mientras trabajaba 18 horas diarias para mejorar sus circunstancias de vivienda. Los esfuerzos de albergue realizados por algunas organizaciones humanitarias, lograron ayudarlo a él y a su familia a ser reubicados a un lugar con acceso a servicios básicos, para que consigan disfrutar de un entorno más higiénico.

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Gustavo Páez del Mar tiene 69 años. Es chef, soldador y pintor , tres capacidades que le dan la fuerza para iniciar una nueva vida. Salió de Venezuela rumbo a Ecuador. Antes pasó por Colombia, donde como muralista dejé este mensaje en una pared de las calles bogotanas: “No es tiempo de llorar ni lamentar. Es tiempo de luchar y encontrar un futuro mejor”. Llegó caminando a Ecuador desde su natal Venezuela.

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Juan Guzmán es un albañil originario de la ciudad de Tigre, del Estado de Anzoátegui en Venezuela, desde donde alzó el vuelo junto a su pareja. Un extenso viaje los trasladó a la ciudad brasileña de Boa Vista, donde duraron más de nueve meses. En Venezuela, permanecieron su padre, madre e hijo de tres años.
“Quisiera que ellos pasen un tiempo en Brasil hasta que la situación mejore. Mi plan es volver por ellos”. A pesar de que durante su estadía en Boa Vista no lograron conseguir empleo, Juan y su novia fructificaron su tiempo para expresar su pasión por la danza en el albergue en el que vivieron, donde les daban algunas monedas por bailar, los transeúntes. El destino final de la pareja fue el Estado de Paraná, en Brasil, donde esperan lograr trabajo y estudiar, no obstante ha pasado nueve meses sin familia en un albergue.

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Y como estas miles de anécdotas de migrantes, desplazados, diáspora o como quieran llamarle. No todos salen en fotografías coloridas, festejando las fiestas patrias de Chile o Perú o comiendo pavo el día de acción de gracias. Hay miles de incognitos que se fueron caminando, sin dinero, huyendo eso no es migrar es fugarse salir aterrorizados, para en muchas ocasiones encontrar una situación peor.

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