Bolsillos vacios... Microrelato...

El corazón me temblaba y las manos me latían nerviosamente. Sabia la diferencia entre lo bueno y lo malo, así lo había aprendido de mi padre muchos años atrás; lo que es tuyo no se toca, se deja quietecito y no se mira hacia atrás.

No sientas envidia por lo que tienen los demás trabaja duramente para lograr tus metas y siempre encontraras razones de agradecimiento, por no tener guardado otro objeto más en el armario sin usar.

Acelere el paso para llegar a la entrevista que estaba pautada a las 9 de la mañana del día miércoles. Sentada allí corría un poco de sudor por el rostro, debía retocar mi presentación. Accedí al cuarto de baño para refrescarme.

Una leve conversación le pareció escuchar detrás de unas puertas, pero no tenían mucho sentido para ella.

Imagen de Sue Styles en Pixabay

Hasta ahora ninguna es la adecuada.

Pronto llegaría su turno, pero siempre le había sido difícil mantenerse en una silla, lo sabía en la escuela habían llamado muchas veces a sus representantes por no quedarse quieta. Su padre le propuso una solución a la maestra; será su ayudante.

Por la ventana observo como salían algunas de sus predecesoras, le pareció que no caminaban con la seguridad con la que entraron. Simplemente pensó: que tan difícil podría ser esta entrevista que cambia a la gente.

Imagen de Sue Styles en Pixabay

Un agradable lugar, un poco lleno de lujos para mi gusto, cuadros de obras famosas y hasta pequeños cristales de colores ocupaban una parte de la mesa. No lo puedo negar, la luz de los ventanales se reflejaba en ellas, haciendo imposible no verlas.

La entrevistadora se disculpó por el desorden en su escritorio y que pronto vendrían a retirar la colección de piedras valiosas. Era parte del trabajo en la compañía, ordenar parte de los valores del dueño de la empresa.

Imagen de Silvestre Cajigan en Pixabay

Que fácil sería solo tomar una sola de ellas y meterla en el bolsillo. Nadie se daría cuenta y pagaría muchas de sus deudas pendientes.

Se presento la oportunidad, la entrevistadora se disculpa y sale unos momentos. El debate mental se hace presente en esos instantes, por un lado le parecía oír a su padre señalándola con el dedo y por el otro oído su casero cobrándole la renta atrasada.

Estiro la mano y miro de cerca el cristalino vidrio.

Solo tuvo segundos antes de que regresara la entrevistadora y la invitara a salir de la oficina por otra puerta.
Ya afuera, miro en la pantalla su imagen, mientras colocaba la piedra otra vez en su lugar.

La entrevistadora sonrió y dijo que estaba contratada.

Solo por curiosidad que es lo que hice diferente para que me contrataran.

Saliste con los bolsillos vacíos.

Lo que ellos nunca supieron, era que mi padre me enseño a diferenciar, un diamante verdadero de un simple vidrio.


Imagen de Nika Akin en Pixabay

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