una fina película de sangre sobre el asfalto
todavía me quedan las ratas,
mi colección de dientes brillando al atardecer,
tendidos entre el maíz seco,
afilados como pequeñas trampas,
me queda, quizás,
algo que parece una garra,
un remolino, las palabras como cascadas,
el viento que podría haber arrastrado el polvo,
una fina película de sangre sobre el asfalto,
y ahí, apenas compasiva, a punto de quebrarse,
la ceremonia de cristal:
el miedo a que el mundo se desgarre
y salga el silencio, como un bostezo;
eso es lo que decían,
desde las pequeñas ventanas,
tantas veces, una vez y otra,
y las ratas brillaban, resplandecían,
se ocultaban dentro de mis ojos,
me susurraban siempre la misma frase:
el espacio en el que nos acurrucamos,
el espacio en el que nos acurrucamos,
y las palabras nublaban lo que quedaba del cielo,
cobijando quizás, oscureciendo, tronando,
hemos roído la luz que se filtraba, decían,
las rendijas mismas, cada pequeño orificio,
y a través del vacío, impacientes, contemplamos,
esperamos que el silencio nos muestre lo que perdimos,
nuestros dientes reflejados en cualquier parte,
una fina película de sangre sobre el asfalto,
tu boca apenas abierta, recién llegada,
y las cosas que se desvanecen: el pasado,
la mesa sobre la que apoyábamos los codos
para pensar sobre cosas sin importancia,
las paredes que deteníamos con la mirada,
el río que trataba en vano de transformarnos,
eso decían, una y otra vez,
y la brisa traía los chirridos, el golpeteo de las chapas
y no era placentera: ardía en la piel,
crujía dentro de los huesos, observaba,
sonreía desde ninguna parte, desde el borde mismo,
desde el límite de cada cosa,
por eso te pregunté acerca del humo,
por eso, porque quería hablar de otros tiempos,
del momento exacto en que el suelo, esa noche,
se sobresaltaba, ondulaba, resistía,
del momento en que el olvido se hacía palabra,
allí te ocultaste, decías, pero yo no podía entenderlo,
solo tengo la sangre sobre el asfalto,
eso dije, porque quería hablar de otra cosa,
de la boca apenas abierta, quizás,
no lo sabía entonces, no lo recuerdo,
sentado entre el maíz seco, incierto,
esperabas como un espantapájaros,
y es que, ahí, en ese agujero, volverían a comerte,
y con cada picotazo me darían algo nuevo,
pero yo no lo sabía entonces,
solo quería escarbar con mis manos,
y acurrucarme en el pozo perfecto, el único,
el que no tenía luz ni rendijas,
el que las ratas habían arreglado para mí,
y pude ver la ventana abierta,
las cortinas golpeando el vidrio,
en el momento mismo en que me dijeron
que te habías matado en los campos,
parece que el loco está tirado en el campo, dijeron
la lluvia te caía sobre la frente, sobre los ojos abiertos,
y parecía desaparecer, desvanecerse,
como si los cuerpos ya no ofrecieran resistencia,
como si no tuviéramos tiempo para detenerla,
porque la lluvia era lo único verdadero,
ni los pájaros, ni los ojos, ni la piel,
ni siquiera el maíz seco, los dientes afilados,
y me acerqué al orificio mismo de tu frente,
y miré dentro, muy profundo, hasta el centro exacto,
y vi la ventana de par en par, la cortina golpeando el vidrio,
tu boca apenas abierta, el pelo suelto al viento,
y alguien me preguntaba si conocía a esa mujer,
todo aquello que se iba borrando lentamente,
haciéndose palabras poco a poco,
uniéndose y ocultándose al mismo tiempo,
una fina película de sangre sobre el asfalto,
y detrás, las ratas caminando por la zanja,
al fin algo a lo que abrazarse, imborrables
ENG - Translated with Deepl. The translation of poetry is very complex, therefore, in this case, it is not intended to have literary value, but only to serve as an orientation for reading.
a thin film of blood on the asphalt
I still have the rats,
my collection of teeth gleaming in the sunset,
lying among the dry corn,
sharp as small traps,
I still have, perhaps,
something that looks like a claw,
a whirlpool, the words like waterfalls,
the wind that could have blown away the dust,
a thin film of blood on the asphalt,
and there, barely compassionate, about to break,
the crystal ceremony:
the fear that the world will be torn apart
and the silence comes out, like a yawn;
that's what they said,
from the small windows,
so many times, again and again,
and the rats were shining, glowing,
they hid inside my eyes,
whispering always the same phrase to me:
the space in which we huddle,
the space in which we huddle,
and the words clouded what was left of the sky,
sheltering perhaps, darkening, thundering,
we gnawed at the seeping light, they said,
the very cracks, every little orifice,
and through the emptiness, impatient, we contemplate,
waiting for the silence to show us what we lost,
our teeth reflected everywhere,
a thin film of blood on the asphalt,
your mouth barely open, just arrived,
and the things that fade away: the past,
the table on which we rested our elbows
to think about unimportant things,
the walls that we stopped with our gaze,
the river that tried in vain to transform us,
so they said, again and again,
and the breeze brought the creaks, the clanging of the metal sheets
and it was not pleasant: it burned in the skin,
it creaked inside the bones, it watched,
smiled from nowhere, from the very edge,
from the limit of everything,
that's why I asked you about the smoke,
that's why, because I wanted to talk about other times,
of the exact moment when the ground, that night,
was startled, undulating, resisting,
of the moment when oblivion became a word,
there you hid, you said, but I couldn't understand it,
I only have the blood on the asphalt,
that's what I said, because I wanted to talk about something else,
of the mouth barely open, maybe,
I didn't know then, I don't remember,
sitting among the dry corn, uncertain,
you were waiting like a scarecrow,
and it is that, there, in that hole, they would eat you again,
and with each peck they'd give me something new,
but I didn't know it then,
I just wanted to dig in with my hands,
and curl up in the perfect hole, the only one,
the one that had no light and no cracks,
the one the rats had prepared for me,
and I could see the open window,
the curtains hitting the glass,
at the very moment when they told me
that you had killed yourself in the fields,
it looks like the fool's lying in the field, they said
the rain was falling on your forehead, on your open eyes,
and it seemed to disappear, to fade away,
as if the bodies no longer offered resistance,
as if we had no time to stop it,
because the rain was the only true thing,
not the birds, not the eyes, not the skin,
not even the dry corn, the sharp teeth,
and I approached the very orifice of your forehead,
and I looked inside, really deep, to the very center,
and I saw the window wide open, the curtain hitting the glass,
your mouth barely open, your hair blowing in the wind,
and someone asked me if I knew that woman,
all that was slowly fading away,
becoming words little by little,
joining and hiding at the same time,
a thin film of blood on the asphalt,
and behind it, the rats walking in the ditch,
at last something to embrace, indelible.
La imagen fue creada con el modelo de inteligencia artificial Stable Diffusion.
The image was created with the Stable Diffusion artificial intelligence model.