Cuando era un veinteañero, escuché en un casete unas grabaciones que trajo un refugiado chileno a la residencia compartida. Eran piezas de Astor Piazzolla, a quien nunca había escuchado, de su disco Libertango. Si bien no había sido un "tanguero" –como sí mi primo Julio Méndez (QEPD), intérprete por excelencia del tango en nuestras tierras–, mi sensibilidad musical y lírica se conectó con esas piezas, que me siguieron desde entones. Sigo sintiendo la liricidad melancólica de "Adiós, Nonino" y el dinamismo clásico y tanguístico de "Libertango" cada vez que vuelvo a ellos.
A propósito de la fecha de nacimiento de Astor Piazzolla, 11 de marzo de 1921, he querido recordarlo con este ejercicio poético.
En el alma el cuchillo del destino
en la muerte solo la luz de lo vencido
en la tierra el olor del verde fundido
con el aire del cielo renacido
No sirve, poeta,
eso no es nada solo artificio
solo la milonga corre en las venas
Quizás Borges, Sabato o Ferrer
nos alienten con sus cuerdas
Piazzolla un astro
de la melancolía que nos une
al mundo, desde Safo y Storni
hasta Vallejo y Pizarnik
resuena en este presente
Astor de la música
que nos hace tierra y tristeza
y tango y ciudad vivida
y libertad ritmada
en un bandoneón redoblado
convertido en nostalgia