Ella tenía un patio grande en su casa, en él habían algunos animales entre ellos las gallinas criollas y una raza japonesa.
Las gallinas japonesas eran blancas de plumas alborotadas, chiquitas y elegantes, llamaban mucho la atención, ¿por qué? porque eran diferentes a las criollas.
Un día la lluvia era muy fuerte con truenos y relámpagos, todo alrededor estaba empapado no paraba de llover por un largo rato, el final de la tarde se aproximaba y no se habían recogido los huevos, entonces se puso unas botas plásticas largas, un sombrero y un impermeable, no me llevó con ella para que no me mojara y salió en busca de los huevos.
Todas las tardes yo la acompañaba a darle maíz a las gallinas, a recoger los huevos de los nidos y llevarlos a dentro de la casa, luego ella cocinaba los huevos para la cena y reservaba otros para el desayuno del día siguiente.
Yo tenía una gallina, en la batea de la casa la metí y derramé agua sobre su cabeza al tiempo que decía: Yo te bautizo con el nombre de "Cucarachita Martínez".
¿Cómo se me ocurrió ese nombre para una gallina?, yo veía que las gallinas se comían las cucarachas en el patio que estaban debajo de alguna maceta y en aquella época me leían un cuento infantil sobre la Cucarachita Martínez, de ese cuento el nombre es lo único que recuerdo.
Las gallinas son inquietas siempre andan picando, escarbando la tierra en busca de insectos para comer, hacen un gran escándalo cuando ponen sus huevos, es la forma de avisar a sus dueños para que los retieren de los nidos.
Pero ¿quién es la dueña de las gallinas de las que hablo? es mi querida abuela con ella cuando yo era una niña disfruté el tiempo que pasamos juntas cuidando de las gallinas.
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