Leonard, el joven periodista del periódico local, se dirigía a la biblioteca para investigar sobre un antiguo caso que le había llamado la atención. Se trataba de la desaparición de una niña hace veinte años, que nunca fue resuelta.

Leonard había encontrado una pista que le parecía prometedora: una foto de la niña con una cadena y dije de plata en forma de estrella. Según sus fuentes, ese colgante pertenecía a una secta que se reunía en una casa abandonada en las afueras del pueblo. Leonard tenía la sospecha de que la niña había sido víctima de algún ritual macabro.

Llegó a la biblioteca y se dirigió a la sección de historia local. Buscó entre los libros y revistas hasta que encontró lo que buscaba: un artículo sobre la secta de la estrella, publicado hace quince años por un colega suyo, que había muerto poco después en un accidente de automovilístico.

El artículo revelaba que la secta era liderada por un hombre llamado Edgar, que se hacía pasar por un profeta y que prometía a sus seguidores el acceso a una verdad oculta. El artículo también mencionaba que la policía había allanado la casa de la secta, pero no había encontrado nada sospechoso.

Leonard sintió una mezcla de curiosidad y temor. Decidió ir a la casa de la secta esa misma noche, para ver si podía descubrir algo más. Tomó prestado el artículo y salió de la biblioteca.

Llegó a la casa cuando ya era de noche. La vio desde lejos, iluminada por la luna. Era una construcción antigua y deteriorada, rodeada de árboles y maleza. Se acercó con cautela, llevando consigo su celular.

Entró por una ventana rota y exploró el interior. Todo estaba lleno de polvo y telarañas. Había muebles viejos, libros, velas, símbolos extraños pintados en las paredes. Leonard sintió un escalofrío.

Encontró una puerta cerrada con candado. La forzó con una palanca y entró en una habitación oscura. Encendió la luz del teléfono y vio algo que lo dejó helado.

En el centro de la habitación había una mesa con un mantel blanco. Sobre ella había un cuerpo, parecía sin vida, cubierto con una sábana. Leonard se acercó lentamente y retiró la sábana.

Reconoció el rostro de la niña desaparecida. Estaba intacto, como si no hubiera pasado el tiempo. Llevaba puesta la cadena con el dije de plata en forma de estrella.

En ese momento, escuchó un ruido detrás de él. Volteó y vio a Edgar, el líder de la secta, que lo miraba con una sonrisa maliciosa. De inmediato sintió un golpe que le provocó la inconsciencia.

Edgar se acercó al cuerpo de la niña y le quitó la cadena. La guardó en su bolsillo diciendo:

—no debiste investigar Leonard. Nadie debe saber la verdad.

Edgar salió de la habitación y luego prendió fuego a la casa.

Nadie supo nunca lo que pasó esa noche. Nadie sabe la verdad oculta.