¿QUÉ SERÍA DE AQUELLOS HUEVECILLOS?

     Corría un verano de nuestra infancia, de eso hace aproximadamente unos 20 años, toda la familia se fue a la casa del lago a pasar las vacaciones. Se trataba de una vieja casa que nos heredaron los abuelos, y que se encontraba al pie de una montaña, cerca de la desembocadura del río que quedaba a muchos kilómetros, y del que se había formado un lago de inmensas proporciones. Éste estaba bordeado por varias hileras montañosas que al final formaban un canal que era el que conducía al río. Desde la casa no se podía ver el canal, pero si la inmensidad del lago, la mayoría de las veces sereno y misterioso. Los árboles frutales llenaban todo el entorno de la casa, y solíamos comer ciruelas, fresas, y manzanas entre otras frutas que se cosechaban, sentados debajo de la sombra de aquella plantación.

     Una tarde de aquella relajada estancia en el lugar, poco antes de regresar a la ciudad, Ileana y yo nos quedamos jugando a la orilla del lago, y el vaivén del agua trajo hasta nuestros pies, unos pequeños huevitos. Yo supuse que eran de algún ave que los había dejado caer y no pudo recuperarlos, pero sabía que no iba a poder llevarlos conmigo, por lo que los escondí entre unas piedras que tenían un poco de maleza, allí no los devorarían los depredadores. Le dije a mi hermana:

     — ¡Mira Ileana, qué lindos huevitos!
     — ¡Ay Manuel! ¡Qué chiquitos son! Seguramente son de algún pajarito. ¿Qué harás con ellos? —preguntó mi hermanita.
     — Vamos a esconderlos aquí, entre estas rocas. Pronto abrirán y podrán volar libres y sanos —aseguró Manuel mientras los acomodaba bien.

     Nos despedimos de aquellos huevecillos ovalados de color blanco con manchitas oscuras, y pensamos que quizás nunca podríamos ver las avecillas que habitaban dentro de ellos. Al pasar de los días, el viejo cuidador de la casa encontró las cáscaras rotas cerca del lago, pero pensó más bien que eran de alguna serpiente. Con cuidado, pensando que la madre podía estar cerca, regresó rápidamente a la casa después de hacer el mantenimiento del área.

     No tuvimos más noticias de él, mi padre intentó comunicarse muchas veces pero fue inútil, no respondía ni sabíamos de su paradero. Habían pasado muchos años, ya habíamos formado nuevas familias y un verano decidimos irnos todos a la casa del lago para pasar nuestras vacaciones. Mi hermana, su esposo, mi esposa, mis dos hijos pequeños, mis padres y yo, embarcamos de todo en los autos, y salimos rumbo a la montaña con nuestros equipos de campamento para pasar deliciosas veladas frente al lago, a la luz de la luna y junto a la llama de una fogata.

     Al llegar al lugar, notamos con sorpresa que no sólo estaba desolado sino sucio y abandonado. Era obvio que el cuidador ya no estaba habitando en la casa del lago, pero lo extraño era que no nos comunicara sobre su ausencia para buscar a otra persona. Mi padre confiado de que en algún momento se comunicaría, dejó pasar el tiempo entre una cosa y otra. Bajamos de los autos, y al abrir la puerta de la casa, nos llevamos la mayor de las sorpresas. Un cocodrilo inmenso nos recibió en la entrada, y nos hizo retroceder a prisa y subir a los vehículos.

     No comprendíamos lo que estaba pasando, ¿Qué hacía aquel inmenso animal dentro de nuestra casa? ¿Cómo llegó allí? Y lo más importante de todo, ¿Dónde estaba el cuidador? Al girar los autos para recorrer la zona, pasamos cerca del área del lago, y la sorpresa fue mayor cuando vimos una gran manada de cocodrilos en la orilla, y también dentro del agua, y allí estaba una de nuestras respuestas cuando vimos entre la maleza a un lado de las rocas, parte de la ropa y los zapatos de alguien junto a unos restos de osamenta, sin duda era lo que quedaba del cuidador, lo supimos porque mi papá reconoció sus zapatos.

     Mi hermana y yo nos vimos fijamente a los ojos, cuando observamos en el suelo, varios huevecillos como aquellos que encontramos hace años, incluso, algunos ya abiertos, y ahora comprendíamos lo que había pasado. Los cuidamos de los depredadores para que nacieran bien, y no sabíamos que estábamos albergando a los verdaderos depredadores. Ahora aquel lugar era un albergue de cocodrilos hambrientos, que se mantenían en su hábitat y que no iban a dejar que nadie les arrebatara el que ahora consideraban su hogar. Nos retiramos del lugar, y avisamos a los encargados de asuntos ambientales. Ya ellos sabrían qué hacer, pero aun así, era muy difícil que quisiéramos regresar nuevamente a aquel lugar.

Autora: Ana C. Rivero Foucault (Venezuela)

     Ésta es mi participación en el concurso semanal de @freewritehouse, titulado: Cuéntame una historia - 11 de junio de 2023, en la que deben estar presentes los siguientes elementos: Comer ciruelas, la llama de una fogata, un cocodrilo. Gracias a mi amigo @pelulacro por la invitación. Me complace invitar a mis amigos @cirangela, @brujita18 y @evev. Gracias a todos por visitar mi blog.

WHAT WOULD BECOME OF THOSE LITTLE EGGS?

     One summer in our childhood, about 20 years ago, the whole family went to the lake house to spend the vacations. It was an old house that we inherited from our grandparents, and it was located at the foot of a mountain, near the mouth of the river that was many kilometers away, and from which a lake of immense proportions had been formed. This was bordered by several mountain ranges that at the end formed a channel that led to the river. From the house you could not see the canal, but you could see the immensity of the lake, most of the time serene and mysterious. Fruit trees filled the entire surroundings of the house, and we used to eat plums, strawberries, and apples among other fruits that were harvested, sitting under the shade of that plantation.

     One afternoon of that relaxing stay in the place, shortly before returning to the city, Ileana and I were playing on the shore of the lake, and the swaying of the water brought to our feet, some small eggs. I assumed that they belonged to some bird that had dropped them and could not recover them, but I knew that I would not be able to take them with me, so I hid them among some rocks that had some weeds, where they would not be devoured by predators. I told my sister:

      — Look Ileana, what cute little eggs!
      — Oh Manuel, how tiny they are! They probably belong to a little bird. What are you going to do with them? —asked my little sister.
      — Let's hide them here, among these rocks. Soon they will open and fly free and healthy, —said Manuel while he arranged them well.

     We said goodbye to those little white oval eggs with dark spots, and thought that we might never be able to see the little birds that lived inside them. As the days passed, the old caretaker of the house found the broken shells near the lake, but he thought they belonged to a snake. Carefully, thinking that the mother might be nearby, he hurried back to the house after doing the maintenance of the area.

     We had no more news of him, my father tried to communicate many times but it was useless, he did not answer nor did we know of his whereabouts. Many years had passed, we had already formed new families and one summer we all decided to go to the lake house to spend our vacations. My sister, her husband, my wife, my two young children, my parents and I loaded everything into our cars and headed for the mountains with our camping gear to spend delicious evenings by the lake, in the moonlight and by the flame of a campfire.

     When we arrived at the site, we noticed with surprise that it was not only desolate but also dirty and abandoned. It was obvious that the caretaker was no longer living in the lake house, but the strange thing was that he did not tell us about his absence to look for someone else. My father, confident that at some point he would communicate, let the time pass between one thing and another. We got out of the cars, and when we opened the door of the house, we got the biggest surprise of all. A huge crocodile greeted us at the entrance, and made us hurry back and get into the vehicles.

     We did not understand what was happening, what was that huge animal doing inside our house? How did it get there? And most important of all, where was the caretaker? As we turned the cars to go around the area, we passed near the lake area, and the surprise was greater when we saw a large herd of crocodiles on the shore, and also in the water, and there was one of our answers when we saw in the brush on one side of the rocks, part of someone's clothes and shoes along with some remains of bones, no doubt it was what was left of the caretaker, we knew it because my dad recognized his shoes.

     My sister and I stared into each other's eyes when we saw on the ground several eggs like the ones we found years ago, some of them already opened, and now we understood what had happened. We took care of them from the predators so that they would hatch well, and we did not know that we were harboring the real predators. Now that place was a haven for hungry crocodiles, which were kept in their habitat and were not going to let anyone take away what they now considered their home. We left the place, and notified the environmental affairs managers. They would know what to do, but even so, it was very difficult for us to return to that place.

Author: Ana C. Rivero Foucault (Venezuela)

This is my entry in @freewritehouse's weekly contest, titled: Tell me a story - June 11, 2023, in which the following items must be present: Eating plums, the flame of a campfire, a crocodile. Thanks to my friend @pelulacro for the invitation. I am pleased to invite my friends @cirangela, @brujita18 and @evev. Thank you all for visiting my blog.