Cuando todo acabe | Relato corto |

Cuando todo acabe

   

    La habitación estaba casi en completa oscuridad, solo la vela que sostenía en su mano brindaba algo de luz. Desde que la enfermedad comenzó, a ella le molestaba mucho la claridad, por lo cual mantenían la puerta cerrada y cortinas negras tapando las ventanas. El doctor terminó de examinarla y le explicó algo en voz baja, a lo que Clara asintió. Antonio, al otro lado de la habitación, recargado contra la puerta, observó todo hasta que el doctor dejó a su esposa y caminó hacia él.

    —Señor Poli, puede acompañarme un momento.

    —Por supuesto —dedicó una mirada a su aquejada mujer antes de salir.

    —Preferiría que tomara asiento, esto puede ser difícil de escuchar —dijo, una vez estuvieron lo suficientemente lejos de la habitación como para no ser escuchados.

    —No necesito su amabilidad, doctor —respondió, su voz era una combinación de dolor y rencor —. Es obvio que Clara no está mejorando, así que solo quiero saber... confirme mis sospechas o desmiéntalas, si es el caso, por favor.

    —¿Qué sospecha usted, señor Poli?

    —¿Mi esposa morirá?

    Ambos guardaron un silencio sepulcral. «El minuto de silencio con el que se homenajea a los muertos», pensó Antonio.

    —Me temo que sí —dijo, finalmente.

    —¿Cuándo?

    —Pues... es algo impreciso, señor Poli, no necesariamente...

    —¡¿Cuándo?! —preguntó otra vez, con firmeza y con la misma mezcla de sentimientos manifestados.

    —Probablemente no sobreviva a esta noche.

    Aquello fue como mil puñales clavados en su alma. Tragó seco y luchó consigo mismo por no demostrarse frágil ante el médico. Lo despidió hasta la salida y le agradeció por sus servicios.

    En el cuarto, Clara dormitaba hasta que él entró. Se acercó sosteniendo la vela y la dejó sobre la mesa de noche. Con el reverso de la mano le acarició el rostro; a pesar del padecimiento, su piel seguía siendo tan suave como siempre. No alcanzaba a verle las lágrimas, pero podía sentirlas en su recorrido descendente entre sus dedos.

    —¿Cabe uno más ahí? —él había empezado a llorar también.

    Ella sí podía verle, gracias a la luz de la vela que le hacía un juego de sombras en la cara. Ambos prefirieron no decir nada al respecto. Hizo un enorme esfuerzo para realizar la sencilla tarea de hacerse a un lado, para que ambos cupieran en la cama, y respondió: —Siempre.

    —¿Recuerdas cuando subimos a la roca alta en la cima del valle? Fue esa vez que visitamos la casa de tus padres —comento ella, tras un largo rato de silencio. Toda su vida amó las alturas, esa sensación de adrenalina que le proporcionaba el poder ver al mundo desde lo más alto.

    —Lo recuerdo —eran una pareja joven, en el alba del matrimonio. Apenas hacía un año que se habían jurado amor eterno «un año se transformó en una vida... demasiado pronto», concluyó —. Casi me haces caer al bajar.

    —Sí —aquello le sacó una carcajada, la primera desde que cayó enferma —. ¿Crees que podrías llevarme otra vez, cuando todo esto termine?

    La miró, sin decir nada, aún ante la oscuridad podía ver su rostro dibujado frente a él.

    —Claro, mi amor. Cuando todo acabe iremos.


Cuando todo acabe.png

Imagen original de Pexels | Brett Sayles

XXX

   

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