En días pasados estuve leyendo un artículo muy interesante que habla de una función básica que hacemos de manera natural o automática y que, muchas veces, cuando se nos presentan dificultades para realizarla sentimos su verdadera importancia para nuestra vida, me refiero a la respiración, un tema bien amplio que pudiéramos abordar en otra publicación. Esta lectura me motivo a contarles en este post una de las experiencias más maravillosas y aleccionadoras que he podido disfrutar en mi vida y donde la respiración juega un papel primordial.
Fue en el año 2002 al decidir realizar un curso de submarinismo o de buceo recreativo cuando se abrieron las puertas a esta nueva aventura, gracias a las vivencias contadas por algunos amigos cercanos y compañeros de trabajo, quienes me entusiasmaron en conocer ese mundo tan inmenso y desconocido para mi, y especialmente a mi compadre Gervis por su insistencia en que lo hiciéramos juntos. Esta experiencia cobra relevancia por el hecho de que yo venía arrastrando un trauma de la infancia quizás inculcado de alguna manera por mi padre quien terminó por tenerle miedo y no respeto a “toda concentración de agua que estuviese por encima de sus rodillas”, palabras textuales, y concluyó diciendo jocosamente que “era mucha agua para un cristiano”, lo que me dificulto el aprender a nadar cuando tuve la oportunidad.
Bucear consiste en nadar bajo el agua y existen dos maneras de practicar el buceo recreativo, una es el buceo libre o a pulmón (sin respiración) también conocido como apnea y la otra forma es utilizando todo el equipo que nos permite respirar, controlar la profundidad y aislarnos térmicamente del agua. En la práctica mantener el control de la respiración bajo el agua es de suma importancia ya que se utiliza un cilindro de aire comprimido, y si lo consumes muy rápido el tiempo que puedas permanecer sumergido será muy corto.
Unos once meses antes de realizar el curso de submarinismo inscribimos a mi hija mayor y a la hija de mi compadre en un curso de natación, gracias a que la realidad económica en Venezuela aún era sostenible. En esa ocasión pudimos negociar un dos por uno, es decir, al final terminamos participando los cuatro en el curso, esto me permitió contar con las herramientas necesarias para nadar adecuadamente, superando aún más, una de las cosas básicas como lo es el poder flotar.
Les comento que una cosa es estar sobre el agua o semisumergido y otra cosa totalmente distinta es estar a 10, 20, 30 o más metros bajo el agua de mar, es adentrarnos en un mundo nuevo y por supuesto muy distinto. No es lo mismo el ver documentales, videos o peliculas donde se muestran imágenes bajo el agua que tener la oportunidad de vivirlo en carne propia, para mi fue algo inolvidable el poder disfrutar de la fauna y la flora marina en varios lugares de mi país, Venezuela, que se encuentra posicionado entre los países con la mayor biodiversidad en el mundo, tanto en los ambientes marinos como terrestres.
Las inmersiones programadas durante el curso las realizamos en la bahía de Chichiriviche de la Costa un pueblo ubicado en la zona oeste del Litoral Central en el Estado Vargas, ahora llamado La Guaira. Esta localidad nos quedaba a dos o tres horas de nuestro lugar de residencia por lo que debíamos alojarnos en alguna de las posadas disponibles en la zona para cumplir con el itinerario establecido en el curso.
Para mí fue fascinante cumplir a cabalidad con las evaluaciones teóricas y muy especial con las prácticas que, inicialmente se hacen en una piscina. Uno de los momentos de mayor tensión al ser evaluado fue el control de flotabilidad sin utilizar ningún equipo en la superficie de la bahía que en un principio me costó superar, pero que gracias a que el agua de mar es más densa que el agua dulce y a la dosis de paciencia y de confianza que me brindaron el instructor y resto de los compañeros lo pude lograr. El otro momento fue la primera inmersión bajo el mar, sentía la presión corporal por estar a 10 metros de profundidad inicialmente, y la presión mental por tener un buen desempeño. Al lograr superar las pruebas pude disfrutar de un corto paseo e interactuar con la fauna y la flora marina del lugar.
Después de finalizar el curso programamos varias inmersiones para conocer otros lugares en esa zona y para afianzar los conocimientos. Posteriormente fuimos a bucear en dos ocasiones al parque nacional de Morrocoy y al parque nacional Mochima, pero lamentablemente los rollos fotográficos con lo que respaldamos todas estas vivencias se nos dañaron y perdimos una gran cantidad de fotos de estos paisajes terrestres y marinos.
Apreciados Hivers los invito entonces a conocer el mundo submarino y a practicar el buceo recreativo cuando se les presente la oportunidad, no se van a arrepentir de vivir esa experiencia maravillosa, espero les haya agradado mi publicación, gracias por leerme y por sus comentarios, seguiremos conociéndonos.