Tesoros Verdaderos -2-

La Unesco considera al Ser Humano como valioso e influyente de acuerdo a su capacidad y buena actitud para compartir conocimientos y servicios benéficos a las personas y a la humanidad; independientemente de su raza o color o su procedencia sociocultural.
Continuando con nuestra historia del rey y sus tres princesas; la Segunda en edad Eleonora, le contestó: “Querido Padre, yo te veo más valioso y misterioso como las piedras preciosas; tanto ellas como tú son regalos indescriptibles de la naturaleza; al igual que ellas, tu consejo es curativo para quienes te escuchamos.

El rey quedó atónito ante aquel halago, que sólo pudo decir: ¡Recibe siempre mi bendición! Momentos después estuvo ante su presencia, la menor llamada Glenda; ¡Padre -dijo- mi corazón y mi mente te ven igual de valioso a la sal! Al escuchar esas palabras, el rey se transformó en otro ser; niña insolente, como te atreves a hacer esas comparaciones, con algo tan burdo como y tan falto de valor; serás castigada y alejada del castillo principal y no estarás en la fiesta real. ¡Grito a la guardia, enseguida se presentaron! y les ordenó llévense a la princesa a la casa de castigos. Días después en la gran fiesta de celebración, llegó el momento de la cena, orgullosamente el rey invito a los reyes y príncipes a degustar los banquetes.

Sin embargo, cuando estos probaron los variados platos, quedaron en silencio. El rey preguntó: ¿Qué pasa?, ¿ya probaste la comida? Al probar supo que ningún plato tenía sal, encontrándola insípida y nada agradable. De inmediato mandó llamar al cocinero mayor, que era muy cercano a la familia real; el cocinero contesto: con la madre reina, estuvimos de acuerdo de no salar la comida, para que todos comprendamos, cuán valiosa y única es la sal para el paladar. El rey pidió disculpas a sus invitados; y se retiró a llorar, luego que leyera la nota de su hija Glenda que le entregará la reina. La nota decía:
“Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal” -Levítico 2:13- ¡Padre: para mí eres ofrenda especial para el Supremo Creador, al igual que la sal!

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