Ya a esta hora de la noche, cuando las lagrimas se esmeran por salir, y el espíritu desea inclinarse a la derrota, cuando ya no veo tiempo ni hora, día o fecha.
Cuando todo se ha tornado en una sombría repetición, en un dejavu sin fin. Me acerco a mi gris y fría ventana.
Pero al abrir aquel portal, la suave y delicada mano del viento acaricia mi rostro. Me embriaga de su frescura, levantando mi desdichada mirada hacia el manto nocturno, hacia la vida misma.
Hacia aquella energía de blancos destellos, a esos parpadeantes diamantes que me seducen con su magia, que me invitan a ser libre, a volar y a estar entre las nubes, a colocarme al lado de la eterna dama de la noche.
En mi corazón vuelve a encenderse el fuego de la vida,mi alma respira esperanza.
Repentinamente, escucho tocar mi puerta, sonar el teléfono, ladrar a mi perro, y antes de cerrar mi ventana, susurro a alegremente a las estrellas, gracias, solo falta un poco mas, ¡un poco mas!