A veces la certeza caía de golpe y me encontraba queriendo ver a un ser que ya estaba muerto, solo había apartado su ausencia, era fácil olvidarla porque su esencia estaba impregnada en cada parte de la casa, como si nunca se hubiera ido, como si de pronto pudiera asomarse por la ventana, siendo lo que alguna vez fue y más nunca sería.
Es sorprendente cómo parecía vivir en un trance, una fantasía, un estado de aceptación que ocultaba la negación que en verdad habitaba mi vida, como si la realidad se escapara de mis manos y no pudiera retenerla por mucho tiempo.
En esos segundos donde se abría y vislumbraba un resquicio, sentía pánico y me repetía una y otra vez: ¿Esto es real? Me empeñaba en responderme: es real. Pero no lo asimilaba, las palabras no encajaban en mi comprensión, lo que abarcaban no podía medirse, tocarse, permanecer para recordarme que era duro, pero real.
Solo palabras, palabras que olvidaban el significado a medida que las decía de nuevo, como esas que se repiten una y otra vez y pierden todo sentido.
A veces las frases me invadían de la nada, fragmentos de lo que sentía o podía sentir, o debía sentir, y no desaparecían fácilmente, como una cortina que te impide ver más allá, ese velo que no te deja vislumbrar nada.
Luego intentaba escribir estas frases, pero mis poemas se quedaban inconclusos, era incapaz de revivir ese sentimiento de querer salir corriendo, era inútil intentar volver a esa sensación que te oprimía el pecho, porque mi mente insistentemente decía: es irreal.
Las palabras retumbaban, las frases como ecos, una canción inagotable, un poema inalterable. Las mismas palabras congeladas, que no pudieron borrarse pero tampoco avanzar. Que se quedaron como recordatorio de esa realidad que no podía contemplar, y que llegué a ver por escasos segundos antes de escurrirse nuevamente entre mis dedos.
Aún hoy soy incapaz de creer esa realidad escurridiza, sigo cuestionándola y desafiándola, sigo repitiendo que no parece cierta. Las palabras siguen careciendo de significado, no sé qué sentir respecto a su irreparable ausencia.
Y resulta que esto último es indiscutible.