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Morir es dejar de sufrir, pues el que muere ya no sufre, no siente odio ni amor, el que muere no siente nada. La verdadera muerte no es dejar de vivir, morir es estar vivo sin sentir que hay vida en ti.
Hay situaciones que matan tu espíritu y asesinan tu alma, entonces estás muerto, aunque sigas respirando.
Cuando morimos de esa manera, somos escombros de lo que una vez fue un ser humano. Somos como tierra saqueada, quemada y devastada por la peor de las guerras.
Somos como tierra marchita donde no crece nada, y cuyo paisaje es inhóspito y desolado.
Estamos muertos cuando en la mañana despertamos, lloramos un rato, nos bañamos, desayunamos, nos vamos a cumplir con nuestra jornada diaria sea cual sea. Y al final del día volvemos a casa, nos damos un baño, cenamos, nos acostamos en nuestra cama, lloramos un rato, y luego nos dormimos para repetir todo al día siguiente.
Cuando hacemos eso, sin darnos cuenta estamos muertos.
Estamos muertos cuando no vivimos la vida, sino que sobrevivimos sin vivir. No hay peor forma de morir que vivir sin vida.