Para nadie es un secreto que la situación en Venezuela por donde se le mire es de lo peor; social, económica, políticamente.

Los servicios públicos están en su peor condición. No es raro la fallas eléctricas en los diferentes sectores de las ciudades, pueblos; en todo el territorio nacional.

Las comunicaciones están de igual forma, quien necesite vivir del trabajar con un teléfono y/o internet, sabe que siempre estará presente la ausencia de la señal en algún momento e incluso hay quienes no gozan de ese servicio desde hace años, pero la factura le llega puntual.

El servicio vital del agua no escapa a esta situación. Ciudades como Caracas la que en otros tiempo era la cosmopolita, la capital del país, tiene sectores en que para obtener el valioso liquido debe contratar de servicios privados de cisternas.
Esto lleva a la proliferación de enfermedades de la piel, enfermedades estomacales, todo por el consumo de agua contaminada que a veces llega en camiones.

Una de las cosas que más afecta a la población es el GAS doméstico. Un instrumento vital para cocinar los alimentos que la población necesita y eso si puede adquirirlo porque la cesta alimentaria está totalmente lejos del poder adquisitivo del que gana el salario mínimo que está por debajo de 10 dólares; ni hablar de la pensión por vejez.

Conseguir gas doméstico para la población es toda una odisea.
Hay que hacer largas colas para poder llenar un cilindro o bombona pequeña, también esperar que te la devuelvan llena hay que esperar días y hablo de posiblemente semanas.

Las mafias quieren cobrar cantidades elevadísimas en divisas, no te quieren aceptar la moneda nacional y por último, al retirar el cilindro lleno, corres el riesgo que te lo roben porque hay escases de cilindros para comprar.

Los que tienen la bendición de recibir gas directo, pues, eso, es una bendición; eso se ve más en Caracas que en el interior del país.

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A lo que Vine

Total que no he venido a contarles las desgracias que azotan a mi país, sino a echarles un cuento de algo que le paso a un conocido que vive en el interior del país.

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El Cuento

Resulta que Rafael, el pana protagonista de la historia , tiene o tenía un amigo con el que siempre iba a echarse los tragos cada vez que llegaba el viernes.

Rafael y su amigo trabajaban de lunes a viernes y los viernes al echarse palos como decimos en Venezuela, era como darle la bienvenida al fin semana y también como dándose una recompensa por todo el esfuerzo realizado en la semana.

Este par a veces se ponían hacer parrillas o asados que es cocinar carnes a la brasa mientras jugaban alguna partida de domino.

Un día el amigo de Rafael, le regalo un kilo de arvejas, una leguminosa de color verde y otras de color café, muy consumida en Venezuela y este muy contento se las llevó a la esposa para que las cocinara.

Nuestro amigo Rafael, tiene en su casa dos cilindros de gas doméstico con capacidad para 10 kilogramos.

Estando Rafael, echándose palos con los amigos, recibió la llamada de la esposa y el pensando que las arvejas estaban lista, no espero que la mujer le dijera algo sino que le dijo que iba corriendo a casa porque quería degustar ese regalo que le había dado su buen amigo.

Al llegar a casa se encontró con la sorpresa de que las arvejas no estaban listas, no se habían ablandado, que estaban como vinieron en el paquete, parecían piedras.

Pero eso no fue lo único, sino que al intentar cocinarlas, la esposa se gastó las dos bombonas de gas y no había con que cocinar más nada.

Cuentan los vecinos que el lamento era mayúsculo, que los alaridos de Rafael eran de terror y en ellos maldecía a su amigo.

¿Cómo le iba a regalar esas piedras, como le iba hacer perder el gas que tanto escaseaba en la ciudad?

Que era una acción malintencionada de ese amigo y de paso, la esposa también chupo del disgusto, porque la acusó de no haber detenido la cocción y se gastó el gas.

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El Final

Fue así como por culpa de unas arvejas duras se perdió una amistad de años y destrozó un matrimonio.
Si porque la mujer lo mando para casa de su madre, no se iba a seguir calando a un bebedor y menos a un mal agradecido.

Hasta aquí el cuento de hoy, espero sea de su grado y tomen en cuenta de que si me van a regalar algún grano o frijol, mejor me lo das en efectivo y yo veré.

No me vaya a pasar como a Rafael.

El universo le llene de bendiciones.