Era de noche y entre la oscuridad del corredor de la granja se sentía un olor diferente, era extraño y tenía algo que me atraía que no se explicar.

Durute mi padre, debe su nombre a estas serranías que nos rodean. Es un hombre de carácter fuerte con machete en mano siempre, que no se deja gobernar mucho menos dominar.

Dueño de la granja tiene gustos particulares al comer, sólo lo que el trae y viene envuelto en un viejo costal que llena constantemente en esas noches en las que sin decir nada mi padre se pierde durante muchas horas.

Ya me estoy convirtiendo en un hombrecito, cada día me hago mas fuerte y papá me esta enseñando a ser rápido en mis movimientos y valiente al atacar. Pronto sera mi turno de acompañarlo a buscar el alimento

Cada día yo me adapto a compartir su comida, trae una carne tan divina que no recuerdo gallina, ni vaca ni cerdo con ese sabor tan particular, mucho menos ese olor que desprende su sangre. Esa sangre que gotea del costal en el que trae lo que comeremos.

Hace rato llego papá con el costal lleno, lo sé no porque lo haya visto sino porque en la penumbra solo veo las gotas de sangre que me hacen agua la boca, imaginando lo rico que estará lo que cocinaremos.

¡Es la hora de comer! hoy no sé qué probaremos, si será un órgano o quizás músculos y huesos, pero lo único cierto es que sabe muy rico el ser humano muerto.

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