Del querer al poder y algunas disquisiciones metafísicas.

Quiero: Palabra que denota ganas pero también incertidumbre. Querer es poder, frase masticada millones de veces que encierra una oscura realidad, que une dos verbos cuyas acciones son distintas, porque relaciona posibilidades con certezas; una acción subjetiva con otra objetiva.

Querer es la esencia de los románticos, de los fantasiosos, de aquellos que buscan y esperan lograr algo. Alguien puede querer alcanzar su objetivo, pero dependiendo de sus estrategias, puede alcanzarlos.


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Aquí es donde se podría decir que entra esa dinámica conocida en la física como acción-reacción. Aunque una no sea proporcionalmente a la otra. En este punto, lo mejor es ser realista y poner los pies sobre la tierra.

Para alcanzar los objetivos planteados, sean cuales sean, se debe contar con una estrategia, además de expectativas realistas en un plazo determinado que sea razonable.

A veces me inquieta mucho ese dilema del querer-poder. Querer es desear; poder, realizar. Ya lo dejé claro. Así, yo quiero escribir un artículo sobre la dualidad y ambivalencia de esta dinámica, pero si no escribo los términos correctos, si no proyecto mi forma de accionar, no estoy haciendo nada.

Y eso es precisamente lo que estoy haciendo, nada. No me planteo escribir de forma objetiva, ni siquiera plantear un marco teórico o una hipótesis que pueda resolver, solo surgió así por así, por escribir, no cualquier cosa, sino escribir.

Es esta parte de la ficción que me hace ser, que me hace querer, pero a duras penas, poder. Porque no soy un personaje, no tengo la motivación necesaria para serlo; pero tampoco soy un escritor, a pesar de toda la motivación que tengo para serlo.

El término, más bien, sería el de escribidor. Alguien que escribe ocasionalmente sobre el proceso de escritura y de lo que sale de su cabeza.

Apuesto a que ustedes esperaban un artículo motivacional, algo que les diera fuerzas para seguir adelante. Lo siento, soy solo yo autoficcionalizando, sentado en una silla, mirando la pantalla y tecleando estas palabras que, de vez en cuando, borro por algún error tipográfico o porque la escribo mal o le doy un espacio adicional a la barra de espacio.

Así es, mientras nos quedamos en esa transición verbal, mientras imaginamos que yo quiero escribir este artículo, y que en mi mente está esa resolución de escribirlo, entonces puedo escribirlo porque estoy en la capacidad de hacerlo, y al mismo tiempo, deslizo algunas cosas que pasan por mi cabeza, como las que escribo en este momento.

Hablando de eso, es interesante cómo se proyectan los pensamientos y se van plasmando, porque voy pensando lo que escribo, a tal punto de imaginar una voz, esa voz, que me dicta lo que escribo, aunque soy yo el que piensa y se escucha a sí mismo. Es el personaje en plena autoficción...

Entonces, ya llevo una buena cantidad de palabras escritas, y sé que muy pocos llegarán hasta acá, porque cuando se encuentren a mitad de texto leyendo mis incoherencias, cerrarán el post y se irán a leer otra cosa más interesante y relevante.

Yo estoy aquí, simplemente vaciando lo que hay en mi mente, escribiendo porque tengo la posibilidad de escribir, porque quiero escribir y porque puedo escribir. El resto es pura metafísica.

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