Me senté a pescar
Me senté a pescar, saqué de mi corazón lo más preciado con la humilde intención de dar lo más preciado, salió un diamante, tosco y brillante, lo puse en el anzuelo y lo lancé al océano.
Los peces asustados nadaron, el brillo de aquella preciosa piedra los ahuyentaba, me dio hambre y desconsuelo, lo saqué y busqué otra carnada.
Tomé un calamar que por allí pasaba, lo piqué, lo hice trozos, lo enganché al anzuelo, y lo lance hacia la nada, y de pronto, como si nada, una ballena que por allí pasaba quedó enganchada.
Los peces asustados nadaron, el brillo de aquella preciosa piedra los ahuyentaba, me dio hambre y desconsuelo, lo saqué y busqué otra carnada.
Tomé un calamar que por allí pasaba, lo piqué, lo hice trozos, lo enganché al anzuelo, y lo lance hacia la nada, y de pronto, como si nada, una ballena que por allí pasaba quedó enganchada.
Imagen: Pixabay