Publicación en Español
Del Cristal al Polvo
¡La pequeña de la casa! Qué curioso es repetir esa expresión, porque así es como te veía, como la pequeña. Aunque no sé si realmente era una burla a tu tamaño o mi visión a tu estado vulnerable. Tu personalidad siempre fue la más confusa, un día estabas alegre, otro triste, y en algunas ocasiones tu sola presencia podría destruir cualquier emoción en la casa.
Siempre aparentabas estar segura de tus acciones, aunque no comprendo si realmente eras tú quien decidía, parece que el mundo exterior era un mejor refugio que tu hogar.
Contigo aprendí que los platos rotos se pagan en casa. Aun así eras especial, un fuerte muro entre las corrientes y una limonada bajo un sol abrumador. Te cree una cajita de cristal donde resguardarte, donde nada te hiciera tropezar, ¡eras mi valioso tesoro!
Siempre estuve ahí, en cada momento, en las alegrías, en las tristezas, en las buenas y en las malas, en cada decisión, aunque algunas estuvieran fuera de mis criterios, siempre deseándote lo mejor. Solo basto un tercero, ¡siempre un tercero!, para arruinarlo todo. Mientras más trataba de protegerte, golpeabas con más fuerza mi caja de cristal para destruir sus paredes y liberarte.
Vez tras vez reparé las grietas que provocabas con tus cambios de humor, aún no estabas lista para enfrentar el mundo sola, y yo... yo solo quería protegerte. Sin duda, él fue el culpable de todo. Te hizo creer que afuera todo es fantasía y que la felicidad está en revelarse de tu hogar, pero me seguí negando a la idea de dejarte ir.
Un cambio en tu actitud me hizo sentir alerta. Tu mirada distraída y tu visión al horizonte, caminando sin rumbo fijo, me indicó que algo no marchaba bien, pero eso fue solo el comienzo de lo que vendría.
Tus llantos comenzaban a retumbar en la casa, mientras yo corría a esconder los cuchillos de tu vista. Las llaves de las puertas desaparecieron por un tiempo para evitar que huyeras tras tu propio sufrimiento. Te forcé a mantenerte en la caja mientras solo me preguntaba ¿que hice mal?, ¿en qué me equivoque? Si conmigo lo tenías todo para ser feliz, entonces ¿por qué huyes?, ¿qué te hace falta?
Fue desgarrador verte perder el control de tu cuerpo, hacer movimientos sin algún propósito más que hacerme sentir culpable. Las noches pasaban como si fueran el día, siempre lo mismo. Aún podía escuchar tus llantos, aunque te tenía de frente sin emitir ningún gesto ni sonido.
¡Te odia!
Esa fue la razón más dolorosa que salió de la boca del psicólogo. No comprendí por qué mi sufrimiento y preocupación satisfacían tu vida, llenándote de un gozo incontrolable. Solo quería ayudarte, pero mi lágrima era tu sonrisa.
No tardó mucho tiempo para que mis energías se vieran bajo tierra y al fin lograste salir de la caja, pisoteándola hasta volver sus vidrios en polvo cortante que se esparció en todo mi ser.
¿Qué hice mal?, ¿En qué me equivoque?
Aún sigo juntando las piezas rotas, juzgándome por cada decisión, pensando qué pude hacer mejor, pero aún no hayo la respuesta. La distancia se volvió nuestra mejor aliada y el mejor medio para una relación agradable, bueno, si a esto se le puede llamar agradable.
Quizás fui yo la culpable de todo, por no entender tu condición y no poder estar dentro de tus pensamientos, o fui una psicópata compulsiva que no te dejo sufrir lo suficiente para que supieras lo cruel que es la vida.
Me volví a crear una caja de cristal, pero ahora diferente, ahora guardo en ella solo recuerdos de lo que fue y no volverá, de tus te quiero improvisados y tus sonrisas fingidas. Aprendí que soltar no siempre es fácil pero que es necesario, y que algunas veces el perdón implica sacar pedazos de vidrios atascados en el corazón.
Aun no te entiendo, pero te acepto, tú eres libre de vivir tu vida… lejos de la mía.
English Publication
From Crystal to Dust
The little girl of the house! How funny to repeat that expression, because that's how I saw you, as the little one. Although I don't know if it was really a mockery of your size or my view of your vulnerable state. Your personality was always the most confusing, one day you were cheerful, another sad, and at times your very presence could destroy any emotion in the house.
You always appeared to be confident in your actions, although I don't understand if it was really you who decided, it seems that the outside world was a better refuge than your home.
With you I learned that broken dishes are paid for at home. Still you were special, a strong wall between the currents and a lemonade under an overwhelming sun. I created you a little glass box to shelter you, where nothing could trip you up, you were my precious treasure!
I was always there, in every moment, in the joys, in the sorrows, in the good times and in the bad times, in every decision, even if some of them were out of my criteria, always wishing you the best. It only took a third party, always a third party, to ruin everything. The more I tried to protect you, the harder you hit my glass box to destroy its walls and set you free.
Time after time I repaired the cracks you caused with your mood swings, you were not yet ready to face the world alone, and I... I just wanted to protect you. Without a doubt, he was to blame for everything. He made you believe that everything outside is fantasy and that happiness lies in revealing yourself from your home, but I kept refusing the idea of letting you go.
A change in your attitude made me feel alert. Your distracted look and your vision to the horizon, walking aimlessly, indicated to me that something was wrong, but that was only the beginning of what was to come.
Your cries began to echo through the house, as I ran to hide the knives from your sight. The keys to the doors disappeared for a while to keep you from running away after your own suffering. I forced you to stay in the box while I only wondered what I did wrong, where did I go wrong? If with me you had everything to be happy, then why are you running away, what do you need?
It was heartbreaking to see you lose control of your body, making movements with no purpose but to make me feel guilty. The nights passed as if they were the day, always the same. I could still hear your cries, even though I was facing you without any gesture or sound.
She hates you!
That was the most painful reason that came out of the psychologist's mouth. I didn't understand why my suffering and worry satisfied your life, filling you with uncontrollable joy. I only wanted to help you, but my tear was your smile.
It didn't take long for my energies to go underground and you finally managed to get out of the box, stomping on it until you turned its glass into sharp dust that spread all over me.
What did I do wrong, where did I go wrong?
I'm still putting the broken pieces together, judging myself for every decision, thinking what I could have done better, but I still can't find the answer. Distance became our best ally and the best means for a pleasant relationship, well, if you can call it pleasant.
Maybe I was to blame for everything, for not understanding your condition and not being able to be inside your thoughts, or I was a compulsive psychopath who didn't let you suffer enough to let you know how cruel life is.
I created a glass box again, but now different, now I keep in it only memories of what was and will never come back, of your improvised I love you's and your fake smiles. I learned that letting go is not always easy but it is necessary, and that sometimes forgiveness implies taking out pieces of glass stuck in the heart.
I still don't understand you, but I accept you, you are free to live your life... far from mine.
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