Por su parte, Jaime caminaba callado, aspirando la fragancia de Carmen que se le confundía con la emanada por las violetas que los saludaban desde los árboles donde se encontraban y en su reflexionar estaba Carmen y en las ganas de abrazarla, besarla y acariciar con los labios la suave piel canela de su bajo vientre; mas no podía ni siquiera decirle que era bonita. Carmen interrumpió sus pensamientos, para decirle. "Jaime te voy a pagar la deuda, solo necesito tiempo", "yo sé que me vas a pagar y por el tiempo no te preocupes". Ambos se quedaron callados y Jaime volvió hablar, esta vez para preguntarle. "¿Y en condiciones están los aparejos de pesca?", y ella le contestó: "el chinchorro está algo deteriorado, Pancho vive cosiéndolo, las boyas, el nailon, plomadas, nos queda muy poco; lo que implica sacarle fiado a Don Andrés otra vez", "Okay, eso también lo vamos a resolver; pero quiero proponerte algo bueno para los dos", expresó Jaime con una sonrisa en su rostro que impactaba en la bella dama.
Carmen le dijo, estaba a la defensiva, en forma de reto, "haga su proposición". "Quiero asociarme con ustedes en el negocio de la pesca, voy a traer dos curiaras grandes con sus motores y tres equipos de pesca; pero yo no quiero que el Sol siga maltratando tu cabello y la lozanía de tu piel, es decir, serás la administradora de la compañía de pesca y Pacho de una pescadería que vamos a inaugurar, si tú aceptas mi propuesta", "Claro que acepto, siempre soñé con tener una red de pesca o compañía; pero mi esposo y yo no teníamos el capital necesario para eso" exclamó Carmen.
Llegaron al estacionamiento del café, abordaron la camioneta y se dirigieron a la ferretería, pagaron la deuda. Carmen le dio las gracias a Don Andrés y salieron; pero esta vez Carmen le dijo antes de regresar vamos a pasar por mi casa; porque ahora soy yo quien te va a hacer una proposición". Llegaron a la casa, entraron y lo mandó a sentar. "Tu casa es bonita y acogedora, uno siente energía positiva al entrar". Carmen salió con un cafecito, se sentó a su lado y le dijo: "como ahora vamos a ser socios, no te puedo cobrar la renta y no la cobraré; pero quiero que te quedes aquí en tu descanso y no en la cabaña de pancho. No importa que la gente hable". "Está bien, Carmen, voy a llamar a mi hijo para que me envíe las curiaras, los motores y los equipos de pesca y usted debe ir pensando en los pescadores". Carmen se puso a reír y Jaime admiraba la entereza de la mujer, al igual que su belleza.
Regresaron a la cabaña a buscar a la niña y a decirle a Pancho lo de la pescadería y que por ser muy lejos el trayecto hasta el pueblo tenía que mudarse, para atender el negocio y este preguntó ¿Quién va a cuidar mi casa? La respuesta no se hizo esperar, los pescadores que vamos a contratar. Las cuatro personas regresaron al pueblo y se instalaron en la casa de Carmen. Todo marchaba con normalidad. Esa noche, ya instalado en su habitación, descansaba después un reconfortante baño. Escuchó un toque en la puerta, la abrió y era Carmen; quien le anunciaba que a las 7:00 PM era la cena.
Durante la comida, Pancho expresó: "cómo es eso de la pescadería". Ambos, le explicaron. "Para pasado mañana llegan las lanchas con sus motores y los equipos de pesca, así que mañana Carmen y yo, debemos salir a constatar a los pescadores que se van a contratar", dijo Jaime. Intervino Carmen: "Muy bien, Pancho, mientras yo salgo con Jaime, te encargas de seleccionar un espacio, que puede ser el depósito y busca quien te ayude a sacar las cosas de ahí, es lo primero que debes de hacer". Pancho asintió con un gesto y expresó: "mañana es un día fuerte, me voy a acostar para descansar y estar despierto temprano". Laurita, Carmen y Jaime, también se fueron a descansar.