PETE, LA LLUVIA Y EL MONSTRUO
Es extraño, pero la lluvia puede albergar muchas cosas en ella, sentimientos, recuerdos, tragedias, misterio, anhelo… hasta muerte. Para Pete, la lluvia es un tanto traumática, lo lleva siempre a un día en específico que quisiera poder olvidar. No puede evitar llorar cada vez que las gotas golpean de forma estridente el piso de asfalto en frente de su casa. El pánico abarca todo su corazón cuando las filtraciones de su casa empiezan a formar goteras.
Dos acontecimientos bastaron, uno ocurriría a su temprana edad, cuando apenas era un niño y los rayos eran lo único que alumbraban su oscura noche. Creciendo en una familia pobre y disfuncional, las lluvias no siempre eran sinónimo de alegría. Cada vez que las goteras les recordaban a sus padres sus malas decisiones, las discusiones no tardaban en llegar. Su mente trataba de enfocarse en la ventana de su habitación, el relajante sonido de las gotas golpeando su techo y cayendo en su ventana, trataba con todas sus fuerzas de ignorar los gritos en la habitación de sus padres, los golpes y llantos cuando eran días un poco malos.
Un estruendo coincidió con otro esa noche, no fue solo un trueno que iluminó toda la habitación del pequeño Pete, pero un golpe seco sonó a la par. La mente del niño voló a mil kilómetros por hora, no dejaba de pensar en cada escenario que ese sonido podría representar. Teniendo una mente sumamente fatalista a tan temprana edad debido a los maltratos diarios, la mayoría de los escenarios que invadían su cabeza eran terribles, pero prefirió solo llorar y esperar al otro día para enterarse. Se durmió bajo las sábanas y se dejó descansar en los brazos de Morfeo, sabía que todo estaría bien al día siguiente, lo más probable es que su madre amaneciera con un ojo morado y de muy mal humor.
El sol salió, pero seguía nublado, la lluvia era menos intensa, pero aún garuaba y todo el piso se encontraba mojado. Pete se levantó, salió de su cama sin hacer mucho ruido y se asomó con cuidado por la vieja puerta que bloqueaba su cuarto. No notó la presencia de sus padres, así que se atrevió a salir. Como vivían en una casa bastante pequeña, todo quedaba cerca, incluida la puerta de la sala que daba con el exterior. Pete notó que la puerta estaba abierta, por ende, gran parte de la casa estaba mojada.
―¿Mamá? ―dijo con apenas un hilo de voz, porque había algo que lo asustaba, era casi como una presencia, un “algo” que paralizaba sus huesos. No recibió respuesta de su madre, así que tragó saliva y lo volvió a intentar― Mamá, por favor, estoy asustado, dame un abrazo.
Nada, no había respuesta. Pete cerró sus ojos, respiró profundamente y enderezó su encorvado y asustado cuerpo. Dio algunos pasos hasta llegar al cuarto de sus padres. De alguna manera, él ya sabía a lo que se enfrentaría al entrar, por lo que solo dejó que las lágrimas salieran de sus pequeños ojos de forma silenciosa, ni un quejido, ni un grito, era un llanto resignado y silencioso. Si bien haber perdido a su padre esa noche no le dolió tanto, el haber visto el cuerpo desangrado de su madre estampillado contra una de las paredes fue algo que cambió su vida para siempre.
Ese día pasaron dos cosas en la vida de Pete, lo primero es que tuvo que dejar de ser un pequeño niño y debió empezar a valerse por sí mismo, su vida se volvió aún más difícil de lo que ya era. Lo otro que pasó es que empezó a sentir una presencia siniestra, una criatura sacada del mismísimo averno, pesada y desesperante, no quitaba sus ojos de él.
Los años pasaron y Pete creció, sin dejar a la presencia malévola detrás, y sin abandonar su terrible miedo a las lluvias. El ahora joven Pete conoció a un amigo, otro desafortunado al que la vida lo había pateado tantas veces que sus ojos vivían acompañados de grandes ojeras y el temor siempre se asomaba en su mirada. Para Pete, Óscar era el único que podía entenderlo, el único en quién confiaba, su alma gemela, un amigo de verdad. Pete llegó a sentir amor puro y genuino de nuevo, ¿pero cómo sabría él lo que era eso? Pues al menos se sentía cálido tener alguien con quien pasar tiempo, a quién contarle todo y que luego de un terrible día te diera un abrazo liberador.
Era inevitable que Pete, con toda la confianza del mundo, dejara a Óscar no solo entrar en su vida y en su corazón, sino también en su casa, la que poco a poco había reconstruido y había hecho resistente a la lluvia. El joven se dio cuenta que con la presencia de Óscar, aquella bestia que lo acosó en su niñez, había desaparecido un poco, al menos mientras estuviera su mejor amigo.
La presencia, tan maléfica cómo natural, se refugiaba en pequeños rincones de la casa de Pete, no abandonaba ese hogar, le gustaba acompañar a nuestro protagonista, atosigarlo, no dejarlo dormir, disfrutaba mucho de todo ese mal dormir que le ocasionaba, de la inseguridad que le ocasionaba, pero Pete se acostumbró a él.
El segundo evento que marcaría la vida de Pete sería ya adentrada su adultez. Una de las noches en las que pasaba con su mejor amigo, Óscar, Pete notó las malas vibras, lo supo porque estaba lloviendo, lo supo porque escuchó los estruendos generados por los rayos que acompañaban aquella tormentosa noche. Decidió disfrutar mucho esa noche, porque sabía que no se repetiría, solo que aún no sabía el por qué. Óscar actuaba raro, como con cierta tristeza acompañando sus temerosos ojos.
Al día siguiente el sol no salió, las nubes invadían el cielo, las gotas no dejaban de caer y aún se sentían pequeños rayos que aceleraban el corazón de Pete. Óscar se había marchado a su casa al amanecer, quizá como a las 6:00 AM, y Pete por supuesto que le dio un gran abrazo, se aferró a él, lo miró a los ojos, le dijo “Te amo, nunca lo olvides” y lo despidió. Al cerrar la puerta se echó a llorar, el monstruo se asomaba por las paredes.
Alrededor de las 8:00 AM la madre de Óscar llamó a Pete con un terrible tono histérico y desenfrenado, le dio la noticia de que Óscar, el mejor amigo de la vida de Pete, se había disparado en la sien, se había suicidado. Pete volvió de inmediato a su niñez, a ese sentimiento de pesadez y abandono, a ese terrible entumecimiento que sintió cuando perdió a su mamá, todo se repetía. Se sentó en su sofá, y el monstruo, por primera vez tímido y asustado, se acercó lentamente a Pete, sentándose al lado de él, en un silencio muerto.
―¿Podrás dejar de verme cómo un monstruo y verme por quién soy? ―escupió finalmente el monstruo, con cierta tristeza en su voz.
―Eso es lo que representas para mí, nada más que un espanto, algo despreciable, probablemente lo peor que me haya pasado ―la voz de Pete, si bien triste y ronca, sonó más clara y firme que nunca.
―Yo solo soy la soledad que te ha tenido que acompañar desde aquel día, no soy un monstruo ―el monstruo se hacía pequeño a medida que la conversación avanzaba.
―Tu presencia me lastima, no quiero estar contigo, porque significa que estoy solo. Eres el peor demonio de todos―el tono de Pete iba aumentando poco a poco, su corazón estaba acelerado y las lágrimas empezaron a salir a borbotones―. ¡Odio la soledad! ―finalmente gritó.
Pete rompió en llanto y dejo salir todo, toda esa pesadez, todas las lágrimas que guardó durante años, todo ese miedo al monstruo, a la soledad. Se acurrucó en sus rodillas y el monstruo finalmente desapareció. Pete empezó a sentir algo dentro de su corazón, una pequeña luz, la esperanza de que si bien estaba solo, se tendría a sí mismo.
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CRÉDITOS
Las imágenes usadas en este post fueron realizadas gracias a Leonardo.AI, y editadas con Picsart. El gif fue tomado de Tenor, con sus respectivos créditos.
PETE, THE RAIN AND THE MONSTER
It's strange, but rain can hold many things in it, feelings, memories, tragedies, mystery, longing... even death. For Pete, rain is somewhat traumatic, it always takes him back to a specific day he wishes he could forget. He can't help but cry every time the drops hit the asphalt floor in front of his house. Panic encompasses his whole heart when the leaks in his house start to form leaks.
Two events were enough, one would occur at his young age, when he was just a child and lightning was the only thing that lit up his dark night. Growing up in a poor and dysfunctional family, rains were not always synonymous with joy. Whenever the leaks reminded his parents of their bad decisions, arguments soon followed. His mind tried to focus on his bedroom window, the soothing sound of the drops hitting his ceiling and falling on his window, he tried with all his might to ignore the screaming in his parents' room, the banging and crying when it was a bit of a bad day.
One rumble coincided with another that night, it wasn't just a clap of thunder that lit up little Pete's entire room, but a thud sounded in tandem. The boy's mind flew a thousand miles an hour, he kept thinking of every scenario that sound could represent. Having an extremely fatalistic mind at such a young age due to daily mistreatment, most of the scenarios that invaded his head were terrible, but he preferred to just cry and wait until the next day to find out. He fell asleep under the covers and let himself rest in the arms of Morpheus, he knew that everything would be fine the next day, most likely his mother would wake up with a black eye and in a very bad mood.
The sun came out, but it was still cloudy, the rain was less intense, but it was still drizzling and the whole floor was wet. Pete got up, got out of his bed without making much noise and carefully peeked through the old door that blocked his room. He didn't notice his parents' presence, so he ventured out. Since they lived in a fairly small house, everything was close by, including the door to the living room that led outside. Pete noticed that the door was open, so much of the house was wet.
―Mom? ―he said with barely a whisper, because there was something that frightened him, it was almost like a presence, a "something" that paralyzed his bones. He received no answer from his mother, so he swallowed saliva and tried again― Mom, please, I'm scared, give me a hug.
Nothing, there was no answer. Pete closed his eyes, took a deep breath and straightened his hunched and frightened body. He took a few steps until he reached his parents' room. Somehow, he already knew what he would be facing when he entered, so he just let the tears flow out of his little eyes silently, not a whimper, not a cry, it was a resigned and silent cry. While losing his father that night didn't hurt him that much, seeing his mother's bleeding body smashed against one of the walls was something that changed his life forever.
Two things happened in Pete's life that day, the first was that he had to stop being a little boy and start fending for himself, his life became even more difficult than it already was. The other thing that happened was that he began to feel a sinister presence, a creature taken from the very underworld, heavy and desperate, it did not take its eyes off him.
Years passed and Pete grew up, never leaving the malevolent presence behind, and never giving up his terrible fear of the rains. The now young Pete met a friend, another unfortunate who had been kicked by life so many times that his eyes lived with dark circles under his eyes and fear always loomed in his gaze. For Pete, Oscar was the only one who could understand him, the only one he trusted, his soul mate, a true friend. Pete came to feel pure and genuine love again, but how would he know what that was? Well at least it felt warm to have someone to spend time with, to tell everything to and after a terrible day to give you a liberating hug.
It was inevitable that Pete, with all the confidence in the world, would let Oscar not only into his life and into his heart, but also into his house, the one he had slowly rebuilt and made rainproof. The young man realized that with Oscar's presence, that beast that harassed him in his childhood had disappeared a little, at least as long as his best friend was there.
The presence, as evil as it was natural, took refuge in small corners of Pete's house, it did not leave that home, it liked to accompany our protagonist, to harass him, not to let him sleep, he enjoyed all the bad sleep it caused him, the insecurity it caused him, but Pete got used to it.
The second event that would mark Pete's life would be well into his adulthood. One of the nights he spent with his best friend, Oscar, Pete noticed the bad vibes, he knew it because it was raining, he knew it because he heard the thunder generated by the lightning that accompanied that stormy night. He decided to enjoy that night a lot, because he knew it wouldn't happen again, he just didn't know why. Oscar acted strange, as if with a certain sadness accompanying his fearful eyes.
The next day the sun did not come out, the clouds invaded the sky, the drops did not stop falling and still felt small rays that accelerated Pete's heart. Oscar had left for home at dawn, maybe around 6:00 AM, and Pete of course gave him a big hug, clung to him, looked him in the eyes, said "I love you, never forget it" and said goodbye. As he closed the door he burst into tears, the monster was looming on the walls.
Around 8:00 AM Oscar's mother called Pete in a terrible hysterical and unrestrained tone, she gave him the news that Oscar, Pete's best friend in life, had shot himself in the temple, he had committed suicide. Pete immediately went back to his childhood, to that feeling of heaviness and abandonment, to that terrible numbness he felt when he lost his mom, all over again. He sat down on his couch, and the monster, for the first time shy and frightened, slowly approached Pete, sitting down beside him in dead silence.
―Will you stop seeing me as a monster and see me for who I am ―the monster finally spat, with a certain sadness in his voice.
―That's what you represent to me, nothing but a fright, something despicable, probably the worst thing that ever happened to me ―Pete's voice, though sad and hoarse, sounded clearer and firmer than ever.
―I'm just the loneliness that has had to accompany you since that day, I'm not a monster ―the monster became smaller as the conversation progressed.
―Your presence hurts me, I don't want to be with you, because it means I'm alone. You're the worst demon of all ―Pete's tone was slowly rising, his heart was racing and tears began to flow―. I hate loneliness!" ―he finally cried.
Pete burst into tears and let it all out, all that heaviness, all the tears he held back for years, all that fear of the monster, of loneliness. He curled up on his knees and the monster finally disappeared. Pete began to feel something inside his heart, a little light, the hope that even though he was alone, he would have himself.
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