Vinimos a jugar/Esa Vida Nuestra/Iniciativa №26

Hola Amigos!




¿A cuántos de ustedes les ha ocurrido que al estar atiborrados de deberes, de deudas, de asuntos pendientes (esos que sólo debes hacer hacer tu); se levantan un día con ganas de salir corriendo, de dejar todo y hasta han deseado, cual deseo de cumpleaños, ser NIñOS de nuevo?

Mi hija, a quien le ha tocado bregar sola, hacerse un camino desde hace alrededor de cinco años, cuando le tocó dejar el nido e irse fuera del país hace poco, en una conversación telefónica me dijo a manera de reflexión; "ay mamá!, que difícil es ser adulto, quisiera volverme pequeña otra vez y no tener todas estas preocupaciones". Y aunque luego cambió la conversación, me di cuenta de que la madurez ya estaba haciendo efecto.

Mis días felices, porque así los sentía y aún hoy cuando pienso en ellos mi ser lo confirma fueron, definitivamente, los dias de mi infancia para luego darle paso a estos dias en los que me convertí en mamá.

Recuerdo que desde muy pequeña por vivir cerca de la playa, mis tardes y muchos de mis domingos se iban mientras mis hermanos y yo jugábamos largas horas a la orilla del mar, bajo la mirada de papá. Luego, cuando por razones de salud tuvimos que mudarnos, el resto de nuestra infancia siempre estuvo llena de juegos y risas escuchando las ocurrecias de mi abuela.


En mi niñez tuve muchas amiguitas a quienes veía con regularidad cuando íbamos a la iglesia y como a mi me gustaba hablar y se me escapaba la risa muy fácilmente, siempre me estaba llevando los regaños de ojos, típicos de mamá. Cada vez que ella dirigía la mirada hacia nosotros y abría esos ojos nos dejaba congelados a propios y a ajenos. Nos desarmaba con una sola mirada, sin embargo, cuando se iba las risas retornaban aunque con menos volumen :)

Mis hermanos y yo teníamos un cómplice de juegos y travesuras con quien jugábamos desde la tarde, cuando terminábamos las tareas, hasta entrada la noche en el patio de la casa de la abuela. El acostumbraba a llevar juegos de mesa y pasábamos de uno a otro. Comenzábamos con el ludo, pasábamos al bingo, continuábamos con la Oca y terminábamos con Monopolio. Los días eran alegres, aunque el tiempo nunca nos alcanzaba y siempre quedábamos pendientes para terminar al siguiente día el juego que había quedado inconcluso.

Jamás olvidaré los días de mi adolescencia en los que mis hermanos y yo comenzamos a salir solos e íbamos a la playa, yo por ser la mayor siempre me sentí responsable de ellos y había momentos en los que se me escabullían con sus tremenduras y me creaban cierta angustia pero solo duraba unos minutos hasta que los veía nuevamente.


Hoy recordaba una ocasión en la que mamá nos dejó al cuidado de la abuela mientras ella iba al supermercado. Era un sábado en la ma;ana y mamá solía ir con papá al super, en esa ocasión no nos llevaron porque el carro estaba accidentado y le tocó a la abuela la misión de cuidarnos. Tremendo compromiso!!
Mamá tenía un ceibó en el que guardaba vasos, platos y todas aquellas piezas de cocina que no eran de uso diario y tenía sobre él muchos adornos que papá le obsequiaba. Uno de esos obsequios fue un toro hecho en madera pulida, era hermoso. El toro tenía unos grandes cachos y fueron ellos precisamente los que protagonizaron esta historia.
Después de desayunar, mis hermanos y yo estabamos aburridos, sin saber que inventar hasta que a uno de mis hermanos se le ocurrió irse al cuarto y buscar una cobija y ponersela en la cabeza. Sin más, comenzó a perseguirnos para "comerse nuestra alma" porque era un fantasma errante entonces a mi hermanito y a mi no nos quedó otra que "correr por nuestras almas". Corríamos y mientras lo hacíamos a mi hermano le dio calor y sin dejar de correr de un tirón se echó la cobija hacia atrás y nosotros paramos porque estábamos cansados y vimos toda la escena: "La cobija se enredó en uno de los cachos del toro y cayó al suelo, acto seguido la cabeza del toro rodó hasta nuestros pies y el cuerpo quedó enredado en la cobija" y eso fue suficiente para quedarnos sin alma por un rato mientras pensábamos en la forma de devolvolver la cabeza del toro a su sitio. Fueron horas de pura adrenalina corriendo por dentro con el solo hecho de pensar en la reacción de mamá al ver el toro descabezado. Afortunadamente las consecuencias, en esa ocasión no fueron tan malas como pensé iba a ser :)

Es realmente triste que hoy nuestros niños disfruten más estando inertes, frente a la pantalla de un celular o cualquier otro dispositivo que en un parque, una playa o en una reunión con amigos, en persona.

Gracias por tu visita y lectura. Invito a jugar a las amigas @zorajaime y @numa26
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