En una ocasión, un hombre decidió emprender un largo viaje a fin de encontrar el mejor destino para su vida, ese momento y lugar en donde abundara la felicidad y el éxito que tanto deseamos. Para eso, este hombre se dirigió a un anciano muy sabio quien conocía bien sobre el asunto, con el propósito de saber la clave para realizar esta travesía de la mejor manera posible. Entre consejos y anécdotas el anciano preparó al joven, y al final le dio un morral cargado de muchas provisiones. “Aunque llevas todo lo necesario, debes saber que al llegar a tu destino debes tener más de lo que ya llevas contigo”.
Esas palabras hicieron un gran eco en el corazón de aquel hombre, pensando en que a lo largo del recorrido tendría que aguantar hambre y sed para no gastar sus provisiones, y quizás hasta descansar menos de lo que pensaba para poder llegar más rápido. Tan pronto como empezó el viaje, el hombre se encontró con otro joven quién, sentado sobre una piedra lloraba porque no sabía hacia donde debía caminar. Tal escena conmovió a nuestro protagonista quien no dudó en sacar del morral un mapa y una brújula, y después de varias palabras de ánimo fortaleció a un joven que hace solo unos segundos estaba perdido.
El hombre se sintió conmovido y siguiendo en su camino más adelante se encontró con una rosa que estaba rodeada de muchas muñecas y juguetes de muchos colores. Era un jardín muy hermoso, pero con todo y esto la rosa se sentía muy triste. ¿Por qué? Porque nadie se sentaba con ella a jugar y a escucharla cantar. El hombre no tuvo reparos en sentarse sobre la rama de un árbol, mientras veía y escuchaba a la rosa correr y saltar con mucha alegría ¡Al fin tenía la atención que tanto quería! Y así pasaron las hojas del tiempo hasta que llegó el momento de continuar.
Entonces cuando ya el hombre vislumbraba su destino, miró a un lado y se fijó en una gaviota que estaba sentada frente a un riachuelo. Tenía un ala rota, de la misma forma como se sentía su corazón por tantos errores del pasado que le dejaron una herida difícil de cargar. El joven, no tuvo reparos en sacar una venda de su morral, y de su corazón sacó también unas palabras para esta triste alma: “Siempre hay tiempo para empezar de nuevo” y con esa consigna el hombre se despojo de su morral para que la gaviota tuviera todo lo necesario en su nuevo vuelo por la vida.
Al fin el joven llegó a su destino, sin nada entre sus cargas pero con una gran alegría que no cabía en sí mismo. Se sorprendió al ver al anciano del otro lado del sendero, y pensando en que había fallado con su cometido el anciano exclamó con regocijo: ¡Mira! ¡Has llegado con más de lo que hubiese creído! Y con un fuerte abrazo lo encomió por su llegada. Porque aquel hombre no llegó con las manos vacías, y aunque fue mucho lo que dio con sus provisiones, sus palabras y con su tiempo, fue más grande lo que recibió: la satisfacción de tener un nuevo amigo y la ternura de ver a una madre reencontrarse con una hija que esperaba por ella para compartir y jugar.
Este pequeño relato va más allá de lo que pensamos y sentimos en nuestra vida, y como una cualidad predominante en nosotros puede beneficiar a alguien más sin pedir nada a cambio, solo pensando en la felicidad de esas personas que están cerca de nosotros o quienes llegan de forma tan inesperada como especial. Nunca se ha tratado de dar y esperar algo a cambio, pues lo valioso y genuino llega sin algún interés egoísta o pensando que merecemos más de lo que estamos dando.
La generosidad se cultiva, y abona nuestros pasos con muchas más cualidades que nos permiten crecer y florecer como individuos. No sé condiciona por lo que tenemos sino por lo que queremos compartir y dar, y es que una palabra de ánimo, de encomió o de consuelo siempre está al alcance de todos nosotros. Probablemente no nos sentimos buenos para hablar o dar consejos, pero a veces basta con tan solo dar un minuto de nuestro tiempo para demostrarle a alguien que vale mucho para nosotros. Muchos afirman que las palabras y las acciones mueven, pero también dar de nuestro tiempo es un regalo significativo que podemos brindar con plena libertad.
No cabe duda de que el mundo sería un escenario totalmente diferente si todos desplegamos la generosidad en nuestro vivir diario, y es que de seguro en algún momento de nuestra vida llegamos a demostrar esta cualidad. Pero a ciencia cierta, más vale la constancia y la perseverancia cuando se trata de algo que siempre apunta al bienestar y la felicidad de los demás. Es como levantarse cada mañana y al mirarse al espejo, no solo pensar en ti sino también en quienes son parte de este largo camino que vas labrando en tu vida. Si damos un espacio especial a la generosidad en nuestro corazón, disfrutaremos de esa hermosa satisfacción de ser felices gracias a la felicidad de alguien más.
Gracias por darle valor a esta publicación con tu tiempo y atención.
Hasta pronto.
Once upon a time, a man decided to embark on a long journey in order to find the best destination for his life, that time and place where the happiness and success we so desire would abound. For that, this man turned to a very wise old man who knew well about the matter, in order to know the key to make this journey in the best possible way. Between advice and anecdotes the old man prepared the young man, and at the end gave him a backpack loaded with many provisions. "Although you carry everything you need, you should know that when you arrive at your destination you should have more than what you already carry with you."
Those words made a great echo in that man's heart, thinking that along the journey he would have to endure hunger and thirst in order not to use up his provisions, and perhaps even rest less than he thought in order to get there faster. As soon as the journey began, the man met another young man who, sitting on a stone, was crying because he did not know where he should walk. Such a scene moved our protagonist who did not hesitate to take a map and a compass out of his backpack, and after several words of encouragement he strengthened a young man who only a few seconds ago was lost.
The man was moved and continuing on his way further on he came across a rose that was surrounded by many dolls and toys of many colors. It was a very beautiful garden, but still the rose felt very sad. Why? Because no one would sit with her to play and listen to her sing. The man had no qualms about sitting on the branch of a tree, while he watched and listened to the rose run and jump with great joy. At last he had the attention he wanted so much! And so the leaves of time passed until it was time to move on.
Then as the man glimpsed his destination, he looked to the side and noticed a seagull sitting in front of a stream. It had a broken wing, the same way his heart felt because of so many past mistakes that left a wound difficult to bear. The young man had no qualms about taking a bandage out of his backpack, and from his heart he also took some words for this sad soul: "There is always time to start again" and with that slogan the man took off his backpack so that the seagull would have everything it needed for its new flight through life.
At last the young man arrived at his destination, with nothing in his baggage but with a great joy that he could not contain within himself. He was surprised to see the old man on the other side of the path, and thinking that he had failed in his task, the old man exclaimed with glee: "Look! You have arrived with more than I would have thought! And with a strong embrace he commended him for his arrival. Because that man did not arrive empty-handed, and although he gave much with his provisions, his words and his time, what he received was greater: the satisfaction of having a new friend and the tenderness of seeing a mother reunited with a daughter who was waiting for her to share and play.
This little story goes beyond what we think and feel in our life, and how a predominant quality in us can benefit someone else without asking anything in return, just thinking about the happiness of those people who are close to us or who arrive so unexpectedly as special. It has never been about giving and expecting something in return, because what is valuable and genuine comes without any selfish interest or thinking that we deserve more than what we are giving.
Generosity is cultivated, and fertilizes our steps with many more qualities that allow us to grow and flourish as individuals. It is not conditioned by what we have but by what we want to share and give, and a word of encouragement, praise or comfort is always within reach for all of us. We probably don't feel good at talking or giving advice, but sometimes it is enough to give just a minute of our time to show someone that he or she is worth a lot to us. Many say that words and actions move, but giving of our time is also a significant gift that we can give freely.
There is no doubt that the world would be a totally different scenario if we all displayed generosity in our daily lives, and surely at some point in our lives we have demonstrated this quality. But for sure, constancy and perseverance are better when it comes to something that always aims at the welfare and happiness of others. It is like getting up every morning and looking at yourself in the mirror, not only thinking of yourself but also of those who are part of this long road you are carving in your life. If we give a special space to generosity in our heart, we will enjoy the beautiful satisfaction of being happy thanks to the happiness of someone else.
Thank you for adding value to this publication with your time and attention.
See you soon.