Soy mixtura de los acontecimientos que van ocurriendo a lo largo del camino, soy fruto de la influencia de muchas vidas, que han contribuido con sus vivencias a mi desarrollo. Sin embargo, ¡Eres tú! ¡Hija mía! La única que ha trascendido en mí, como el mayor artilugio transformador, mi joya escondida, reconfortante y desafiante, es tu querencia, la que ha dado verdadero significado y sentido a mi existencia, eres mi aventura memorable.

Llegaste intempestivamente una soleada mañana de agosto, subyugando con tu estampa, las contingencias, altibajos y bajos porcentajes de probabilidad. En el caos aparente y desfigurado, irrumpiste en mi vida con la potencia devastadora de un huracán. Te esperaba, te soñaba, anhelaba tenerte en mis brazos para sentirte y acariciarte. Pero fuiste tú, quien decidió el día y la hora del arribo, desafiando lo esperado con la esbeltez de tu presencia, original, única e irrepetible, en este mundo terrenal.

Tu exquisita presencia accionó el interruptor de los sentimientos más preciados, aquellos que no sabía que estaban latentes en mi alma, convirtiéndote en mi conexión perfecta e invulnerable. Con astucia, tejiste incontables hilos de amor sempiterno, que jamás se desgarrarán. Contigo mis perspectivas se amplían, mi mirada se ensancha, mi motivación se desborda, la sorpresa y lo inesperado acicalan el día a día.

Contigo no hay rutinas que me atrapen en ciclos interminables, al contrario, generas una diversidad de significados, que se transforman en oportunidades para descubrir aspectos inexplorados de mí misma, que me ayudan a entender quién soy y mi verdadero propósito en la vida.

Confieso que a veces ha sido un verdadero reto, me he visto acorralada por mis miedos, en momentos difíciles he estado perdida, en la bruma y el agotamiento, sintiendo dudas, desasosiego e incertidumbre. Pero contigo he aprendido a enfrentarme a situaciones inesperadas y desafiantes, encontrando luz en las sombras.

¡Hija! Gracias por engalanar mi viaje existencial, de muchas aventuras, emociones y desafíos, que han contribuido con cada experiencia a mi autodescubrimiento. Eres responsable de mi mayor transformación, me has colmado de felicidad, con un amor puro y profundo, dejando improntas palmarias en mi desarrollo personal. Gracias por tantos momentos de alegría y felicidad, que contrarrestan al unísono las rigideces y sinsabores, de esta vida, gracias por colmar de encantos mi existir ¡Te quiero, hija mía!