In life we all lose something: affections, material possessions, friends? Life is a transit on the physical plane, a network of affective relationships that we build and share with others. For some superior mandate or other reason that we do not know, we coincide with people with whom we establish a deep affective bond, but at the same time, they hurt us. They can be our parents, partner, best friends, people who are in our lives and whom circumstances place in a difficult situation.
This is the theme of the film A Good Person, a recent production directed by Zach Braff, in which a young, talented musician, engaged and planning to get married, suffers a terrible accident because she was on the phone. In the accident her sister-in-law and her husband are killed. She survives with addictions to a medication to treat the terrible headaches. The grief makes her abandon her fiancé, who continues by her side, despite the fact that his fiancée took the life of her sister. In this situation of grief, she establishes a friendship with her sister-in-law's father, where compassion and forgiveness arise in the face of guilt.
En la vida todos perdemos algo: afectos, posesiones materiales, amigos... La vida es un tránsito en el plano físico, una red de relaciones afectivas que construimos y compartimos con otros. Por algún mandato superior u otra razón que desconocemos, coincidimos con personas con las que establecemos un lazo afectivo profundo, pero al mismo tiempo, nos hacen daño. Pueden ser nuestros padres, pareja, mejores amigos, se trata de personas que están en nuestras vidas y a las que las circunstancias los coloca en una situación difícil.
De este tema nos habla la película A good person, una producción reciente dirigida por Zach Braff en la que una joven músico, talentosa comprometida y con planes de casarse sufre un terrible accidente por estar atenta del teléfono. En el accidente su cuñada y el esposo de ésta, mueren. Ella sobrevive con adicciones a un medicamento para tratar los terribles dolores de cabeza. El duelo le hace abandonar a su prometido, quién continúa a su lado, a pesar de que su novia le arrebató la vida a su hermana. En esta situación de duelo establece una amistad con el padre de su cuñada, donde surge la compasión y el perdón ante la culpa.
La película nos coloca ante un problema moral : ¿es posible perdonar a esa persona que amamos y nos hace daño ? porque sus actos han causado un dolor profundo e irreversible. No es fácil dar un paso como ese. Tal vez si cambiamos la mirada o el lugar desde el cual observamos la vida las respuestas sean otras. Como nos dicen el personaje de la película Morgan Freeman, a escala 1:37 puedes controlarlo todo. Puedes decidir quién llega y quién parte, quienes se aman, pero la vida no está siempre llena de cosas dulces, es justamente el dolor lo que nos hace transformarnos.
El amor fati, planteado en la trama como una forma de comprender y aceptar lo que te causa dolor, es posiblemente la resolución al conflicto. De entrada nadie perdonaría a un asesino, a un violador y no todos perdonan por igual. Aún Así, todos pueden cometer errores. Equivocarnos es en cierta medida lo que nos permite “comenzar de nuevo”, reparar lo roto deja abierta esa posibilidad que tenemos los seres humanos de comprender y perdonar. Ante una tragedia hay distintos lugares para el dolor.
En la medida que el director nos adentra en cómo padece la culpa quién falta, nos hace retrotraernos al pasado y comprender el origen de la situación. Un padre alcohólico, hace un hijo alcohólico, un padre que abandona a un hijo, enseña a huir.
Esta película nos invita, de manera magistral, a practicar la compasión, al colocarnos en el lugar del otro para comprender sus actos y perdonar. Ser buena persona dejará siempre abierta la oportunidad de tener una mejor vida.
