"Échame el Cuento": Miedo, no terror frío y helado.

Miedos, fobias y antipatías. Todo depende del grado, si no motiva o nos paraliza. Siempre he sentido una repulsión excesiva por los insectos, en especial los alados, y en ocasiones me ha causado inconvenientes, como la vez que trate de matar un bicho volador mientras conducía un camión y le aseste tan tremendo carpetazo, que rompí la platina del parabrisas. El tiempo y el trópico, se han encargado de aliviar esta fobia y hoy puedo ver acercarse un cigarrón o una abeja sin hacer demasiado escándalo, pero si una cucaracha osa revolotear en mi cercanía, ten por seguro que aunque tenga que pintar la pared, la dejaré estampada de un golpe a la primera oportunidad. Estos bichos despiertan un instinto exterminador incontrolable, y por fortuna no tienen defensores que me condenen por bichicida.

Nunca pensé que llegara a tener temor de un perro, he tenido varios pastores alemanes, belgas y dóberman, pero después que un rottweiler me mordiera, y aunque solo me causo un moretón, siento la mayor desazón con la presencia de animales de esta raza o parecidos, incluso si se encuentran detrás de una reja.
Hubo un tiempo en que un vecino tenía un pitbull y con demasiada frecuencia, lo dejaba suelto, nunca se me acerco, pero cada vez que lo vea a lo lejos, tenía la tentación de atropellarlo. Finalmente, el mismo dueño del animal nos libró de su presencia, cuando al verlo gruñir a uno de sus nietos, lo despacho de un certero y fulminante disparo.
En verdad, no hay como el miedo para hacer del más pacífico, un criminal.
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Seguramente este relato sería más divertido si lo contara alguno de mis familiares, testigos de mis peripecias enfrentando estos miedos, pero aún me falta contarles acerca de la ocasión en me sentí congelado por la desesperación.
Afortunadamente, he olvidado algunos detalles, pero sucedió que me desperté en medio de la noche y quise saber que hora era.
Me siento en la cama, me pongo los lentes y enciendo la tablet.
La claridad de la pantalla me alumbra, pero no distinguía los números. Todo lo veía borroso, abrí una aplicación y para poder leer, tuve que ampliar la pantalla, hasta que una palabra la ocupaba por completo. Estaba ciego.
Dejando la tablet a un lado, empecé a imaginar como sería mi vida sin poder leer, menos escribir. La oscuridad de la noche me envolvía con un silencio abrumador, me imaginé dependiente y casi inválido, privado de la vista.
Ya había visto, con cierto esfuerzo, que eran las 2 de la mañana y que me esperaban las más amargas horas hasta el amanecer y ver si mi ceguera tenía algún remedio.
Como no había nada que hacer, me dispuse a acostarme, cuando al quitarme los lentes, me volvió el calor al corazón.
A mis lentes les faltaba un cristal.
Nada, volví a encender la tablet y alumbrándome con el resplandor de la pantalla, encontré el cristal junto a mis pies.
Nuevamente en la oscuridad y acostado, di gracias porque solo se trató de un susto pasajero y pude conciliar el sueño.

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Ciertamente, la imaginación, el más poderoso instrumento de la mente para moldear nuestro mundo, nos puede hacer pasar un mal rato, si nos dejamos asustar por el fantasma del miedo.

Agradezco al amigo @germanandradeg por invitarme a participar en esta iniciativa y sacarme del bloque creativo de que culparé al recalentamiento climático, que está derritiendo las neuronas y antes de despedirme, cumplir con las invitaciones de rigor. @isauris, @sacra97, @sofiaquino98, @enraizar y @janaveda, a quienes me encantaría leer en esta iniciativa, aquí los términos: @brujita18/echame-el-cuento-cual-es.

El que canta su mal espanta y entre cuento y cuento se disipa el miedo.

Me temo que más que bloqueo es vagancia, así que la traducción quedara de parte del lector. Hasta la próxima.

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Ecency