En el año 1972, los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky propusieron teóricamente, que bajo determinadas circunstancias, las personas tomamos decisiones sin responder a la lógica, menos aún mediante un análisis racional, sino que lo hacemos mediante atajos que nos permiten dar respuestas de forma más instantánea, denominándolos sesgos cognitivos, definidos como:
Interpretación sistemática y errónea de la información disponible, que además tiene la capacidad de influir en la forma que se procesan los pensamientos, se toman decisiones y se emiten juicios.
Es decir, los sesgos cognitivos tienen el poder de alterar la forma que cada uno de nosotros percibe el mundo, sin que notemos que nuestra percepción está empañada, de allí que muchas decisiones o conductas que tenemos están impulsadas por motivos imperceptibles, pero existentes, significa entonces que muchos de nosotros decidimos o actuamos bajo engaño, porque vemos cosas de manera diferente a cómo realmente son, situación que es perjudicial cuando nos llevan a tener conductas disfuncionales o que impactan de modo negativo en nuestro bienestar.
En consecuencia, educar e instruirnos sobre los sesgos cognitivos es una tarea que redunda en mejorar nuestra manera de interactuar con los demás, amplia y flexibiliza nuestro pensamiento, rompiendo así posibles círculos viciosos en los cuales estemos o podemos caer.
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