Probablemente muchos de ustedes habrán leído como yo sobre los estragos de la guerra, los disparos, los gritos, la gente cayendo muerta al rededor y pensamos: "¡Que horrible! ¡Cuanto dolor!" Y sí, lo imaginamos, nos da pesar, pero muy probablemente no sentiremos miedo, ese terror absoluto, que invade como las lágrimas a quien lo ha vivido en carne propia.
Hoy, algunas personas al leer el título de mi publicación, habrán pasado de largo sin abrirla diciendo quizás :"¡ah! ¡más de lo mismo!" O tal vez: "pobre gente, pobres venezolanos, que tuvieron que dejar su país, por la crisis económica" Pero señores, les puedo asegurar, que hay mucho, mucho más detrás de eso. No puede alguien siquiera imaginarse las circunstancias que impulsan a una persona a dejar: su tierra, sus amigos, su hogar, su familia, sus raíces, a dejarlo todo y enfrentarse a lo desconocido. No puede alguien siquiera imaginar el dolor de quien se marcha, ese hueco en el estómago, ese nudo en la garganta y ese frío... Ese frío que huele a soledad, que te debilita y te ahoga, que te pesa en el pecho, al pensar en los seres amados que has dejado atrás y que tienen sus esperanzas puestas en ti, que dependen ahora de ti, pero tú, sigues ahogandote en una lluvia inagotable de dolor, mientras hundes tu cara en la ventana de un autobús indiferente a tus ojos desechos.
Así, el que se va, va herido, dejando atrás corazones desgarrados de padres, hermanos, hijos a los que la vida les arrancó sin compasión una parte de ellos mismos. Un hueco sangrante que se abre cada vez más al ver los cuartos vacíos, las camas vacías, la ropa de quien ya no está. Vacíos como puñaladas de muerte, que reclaman un por qué.
¿Por qué?... "¡¿Por qué no se quedan a luchar en su país?!" Dijo un hombre en un vídeo al referirse a ésta diáspora maldita, quejándose de inmigrantes venezolanos en su país y en ese momento sentí más que impotencia o rabia, dolor. Dolor por la condición humana y la indiferencia al sufrimiento ajeno, me pregunté: ¿Cómo puede alguien hablar de lo que no sabe? Como si inmigrar fuera algo tan sencillo como decidir cortarse o no el cabello, no, no señores, no es opcional, en la mayoría de los casos es como arrancarse una pierna encangrenada, es un asunto de vida o muerte y no tienes tiempo para pensar si te vas a inmiscuir en asuntos políticos, si vas a luchar por causas perdidas cuando tienes una lucha mucho más importante que librar en tu propio hogar, cuando tienes a tu madre diabética avanzada a escasos tres días de terminar su insulina (un medicamento sin el que no puede sobrevivir) y ni con tu sueldo de enfermera graduada, ni con el sueldo de tu única hermana licencia en educación, ni con las dos pensiones de los envejecidos, te alcanza para comprar un sólo frasco. No tienes tiempo Cuando tienes la nevera vacía y un sueldo mensual que te alcanza para comprar sólo un cartón de huevos, cuando la única esperanza de poder comprar alimentos, medicina para una madre diabética y una abuela de 93 años con Alzheimer es pedir limosna o un milagro no tienes tiempo para enlistarte en las filas de hombres que vociferan soluciones vagas, ni tiempo para traducir los ambiguos discursos políticos ya trillados y te aferras a Dios y pidiendo en oración con todas tus fuerzas un milagro y él, Dios, en su inmensa bondad y misericordia te extiende la mano y te obsequia un milagro, no lo piensas dos veces y lo tomas, cruzas la puerta que se te abre, cruzas la frontera, desgarrada, rota, dolorida, pero agradecida, porque gracias a Dios ahora puedes enviar dinero y que tu familia compre, no lujos,no, compre la medicina que se acababa de agotar y comida
Por eso, amigo peruano, colombiano, chileno, mexicano, amigo extranjero, cuando veas a un inmigrante en tu tierra, no lo rechaces, no te apresures ha juzgarlo piensa que tú también tienes madre, hijos, hermanos, piensa que aunque quizá no sabes lo que es el hambre o la pobreza, también eres humano.
Hoy en verdad deseo que nunca vivas lo que hemos vivido los venezolanos, que sólo leas de ésta diáspora, las historias, los comentarios y nada más, que como al leer sobre la guerra no te invada el terror, que no lo vivamos nunca ni tú ni yo. Hoy sólo deseo que entiendas que sí estamos en tu país bonito, no fue opcional y que si en algo te perturba nuestra presencia, trates aunque sea de imaginar, aunque no puedas sentirlo, todo el dolor que hay detrás de unos ojos Inmigrantes
Probably many of you will have read like me about the ravages of war, the gunshots, the screams, the people falling dead all around and we think: "How horrible! How much pain!" And yes, we imagine it, it gives us grief, but most likely we will not feel fear, that absolute terror, which invades like tears to those who have lived it in the flesh.
Today, some people reading the title of my publication, will have passed by without opening it, perhaps saying : "ah! more of the same!" Or maybe: "poor people, poor Venezuelans, who had to leave their country, because of the economic crisis" But gentlemen, I can assure you, there is much, much more behind that. No one can even imagine the circumstances that drive a person to leave: his land, his friends, his home, his family, his roots, to leave everything and face the unknown. No one can even imagine the pain of those who leave, that pit in the stomach, that lump in the throat and that cold.... That cold that smells of loneliness, that weakens and suffocates you, that weighs on your chest, when you imagine the loved ones you have left behind and who have their hopes placed in you, who now depend on you, but you, you continue to drown in an endless rain of pain, while you sink your face in the window of a bus indifferent to your waste eyes.
So the one who leaves, goes wounded, leaving behind torn hearts, of parents, siblings, children from whom life mercilessly tore away a part of themselves. A bleeding hole that opens up more and more at the sight of the empty rooms, the empty beds, the clothes of those who are no longer there. Empty like stabs of death, demanding a why.
Why? Why don't they stay and fight in their country? " said a man in a video referring to this cursed diaspora, complaining about Venezuelan immigrants in his country and at that moment I felt more than impotence or rage, pain. Pain for the human condition and indifference to the suffering of others, I asked myself: How can someone talk about what he does not know? As if immigrating was something as simple as deciding whether or not to cut your hair, no, no gentlemen, it is not optional, in most cases it is like tearing off a bloody leg, it is a matter of life or death and you do not have time to think if you are going to meddle in political matters, if you are going to fight for lost causes when you have a much more important fight to fight in your own home, when you have your advanced diabetic mother just three days away from finishing her insulin (a medication without which she cannot survive) and neither with your salary as a graduate nurse, nor with the salary of your only sister licensed in education, nor with the two pensions of the elderly, are you enough to buy a single bottle. **When you have an empty fridge and a monthly salary that is enough to buy only a carton of eggs, when the only hope of being able to buy food, medicine for a diabetic mother and a 93 year old grandmother with Alzheimer's is to beg for alms or a miracle you have no time to join the ranks of men who vociferate vague solutions, you don't have time to translate the ambiguous political speeches and you cling to God and ask in prayer with all your strength for a miracle and God, in his immense goodness and mercy, extends his hand to you and gives you a miracle, you don't think twice and you take it, you cross the door that opens for you, you cross the border, torn, broken, in pain, but grateful, because thanks to God you can now send money and your family buy, not luxuries, no, buy the medicine that had just run out and food.
So, Peruvian, Colombian, Chilean, Mexican, foreign friend, when you see an immigrant in your land, do not reject him, do not rush to judge him think that you also have a mother, children, siblings, think that although you may not know what hunger or poverty is, you are also human.
Today I truly wish that you never live what we Venezuelans have lived, that you only read about this diaspora, the stories, the comments and nothing else, that as when you read about the war you are not invaded by terror, that neither you nor I ever live it. Today I only wish that you understand that we are in your beautiful country, it was not optional and that if our presence disturbs you in any way, try to imagine, even if you cannot feel it, all the pain behind a pair of eyes Immigrants.
