Contrajimos el virus simultáneamente mi esposo mi hijo y yo, con diferentes niveles de intensidad, el más severo el de mi compañero de vida, el mío leve y nuestro hijo también. Tuvimos que hospitalizar a mi consorte, por tanto me fui con él, nadie quería acercársenos, los vecinos también estaban contaminados y viviendo su propio proceso, al internarme con él en la clínica llena de miedo, perdón no era miedo era pánico, te va invadiendo poco a poco cuando el diagnostico y la sintomatología lo confirman, dejaba además solo al otro miembro de mi núcleo familiar, el cual padece temblor esencial y tiene limitadas sus habilidades.
El miedo tiene una que otra ventaja una de ellas es que cuando está controlado es motivador. Obliga a tomar decisiones y enfrentarlas, porque no tienes otra opción, además en ocasiones te vence y de esa manera dejas fluir, fluyendo puedes generalmente encontrar soluciones y salidas. Me refiero al temor que no te paraliza completamente, ya que siempre hay un nivel estacionario cuando el terror ataca.
Pasaron los días, regresamos a casa a seguir allí el tratamiento, y en esas largas noches entre medicamentos, oxímetro, oxigeno, repasas la vida necesariamente, recuerdas todas las estupideces cometidas, las omisiones de afecto injustas que realizaste. Una madrugada mientras nos cuidábamos mutuamente hicimos una promesa: decirles a todas las personas de nuestro entorno palabras de agradecimiento, sin importarnos que aun estuviesen en nuestra vida o no, que reinará la calma ante todo de ahora en adelante y apreciar mucho hasta el más pequeño rayo de sol de la mañana.
Las emociones post Covid se sienten diferente, observando las estadísticas se menciona que ha habido una acentuación de los síntomas depresivos en estas personas, la aparición de estrés postraumático (insomnio, sueños con la pandemia o síntomas disóciatelos de la realidad) en mi ha ocurrido una estructuración diferente de las prioridades, un profundo sentimiento de agradecimiento por aquel que estuvo en mi vida por poco o por mucho tiempo, asumo que siempre llegan por alguna razón y se van de igual manera. Aprendí a convivir con la palabras “cambio inesperado” y entender que todo puede modificarse en un segundo, pero no como un simple juego de vocablos y al final creer que eso le pasa a otros no a mí, debemos asumir en lo más interno cuanto de verdad tiene sea aseveración: La vida cambia en un instante.
"Nada volverá a ser como antes una vez superada la crisis del coronavirus". La frase se repite como un mantra estos días pero, ¿y si cuando termine todo, cuando acabemos con la pandemia, nada cambia y el individualismo vuelve a prevalecer sobre las actitudes solidarias, sobre el sentimiento de comunidad?
(Esta es una cita textual, no es de mi propiedad...desconozco su autor)