La versión en español se encuentra debajo
Hello friends, what a joy to write again in #Hive, and at the same time, how difficult it has been for me lately. Time, so many occupations and, honestly, a general discouragement that has to do with what I am writing today.
I tell you that I have always had a "preference" for not worrying others and for achieving things by my own means and with my own strength, and this often makes it difficult for me to ask for help, or to communicate my indisposition about something, or even to show myself sad or overwhelmed openly; so today, that I could take some time to do something I am passionate about: writing, I decided to do it about myself and, deep down, for myself, more as an exercise of vulnerability and introspection; of course being grateful for the wonderful opportunity that Hive gives us to express ourselves in every way.
My daughter Itzell and I, climbing together all the stairs we found.
My name is Angelica, I have said it in other posts but today is not too much, I am 27 years old and I live in Barquisimeto, Lara state, in Venezuela. Since about five months ago my girl of one year and ten months and I, we live at my parents' house, after my separation. I am a music teacher, I have a job as a specialist of books and reading that belongs to the Ministry of Culture of Venezuela, a personal project of Music Education in which I have put my energy and heart, and I am trying to do a postgraduate degree in critical pedagogy, which I feel less and less possible, although I am already in it.
And I will say today, for the first time and no matter what, that I feel overwhelmed, exhausted and in pain; that many times I do not know what to do, but it is not an option to stop. That motherhood, besides being beautiful, is difficult, and that like many women, I live looking for a way to be a mother (a good one, too), without this implying the abandonment of the other dimensions of my life and my being, my hunger to grow, to learn and to give my daughter an example of emotional stability.
Ending a workday
I feel that when my relationship ended, a life project in which I had laid my foundations and put a big part of me (physically, intellectually and spiritually) also ended, and that tearing myself away from that sentimental space still hurts in my roots, stems and leaves. That I can continue to walk, I also know, but sometimes I still feel disoriented, collapsed, terrible, while at other times I look at myself and find certainty and tranquility.
Returning to my mother's house, feeling (knowing) that I don't have (for now) a place to offer to my daughter and me, has also been difficult, the reduced space, almost non-existent, for our things, has been a real moral blow; but I have stopped feeling sorry for myself, and I have turned this into strength to achieve my goals. Grateful for the wonderful family that opens its doors to us in every way, supports us, takes care of us....
Learning to deal with adversity today I find it an art in a country with an ongoing hyperinflationary phenomenon, and a planet in the midst of a pandemic. In this time some days have been very gray, others have been filled with much joy, but none of them have been easy. For my part, and that is the crux of this matter, I need to live my grief and heal my pains at the same time that I am tilling the soil and sowing the path of my little family, the one that Itzell (my daughter) and I make; no one could stop time in moments of pain to be able to assume life later, healthy and happy, neither can I. For now, I will keep working on my work, and I will continue to work on my family.
For now, I will keep working on my inner self, and on achieving my Children's Musicalization classroom (although economically the tools for this work are getting more and more uphill in Venezuela) to help, and keep learning while I teach.
My wonderful freelance work
I also have a lot to be thankful for.
Thank you for your reading .
Versión en español
Hola amigas y amigos, ¡qué alegría volver a escribir en #Hive!, y a la vez, que difícil se me ha hecho últimamente. El tiempo, tantas ocupaciones y, sinceramente, un desánimo general que tiene que ver con lo que escribo hoy.
Les cuento que siempre he tenido una "preferencia" por no preocupar a los demás y por lograr las cosas por mis propios medios y con mis propias fuerzas, y esto muchas veces me dificulta pedir ayuda, o comunicar mi indisposición sobre algo, o incluso mostrarme triste o agobiada abiertamente; por eso hoy, que pude tomarme un tiempo para hacer algo que me apasiona: escribir, decidí hacerlo sobre mí misma y, en el fondo, para mí misma, más como un ejercicio de vulnerabilidad e introspección; por supuesto agradeciendo la maravillosa oportunidad que Hive nos brinda para expresarnos en todos los sentidos.
Mi hija Itzell y yo, subiendo juntas todas las escaleras que encontramos.
Mi nombre es Angélica, lo he dicho en otros posts pero hoy no está demás, tengo 27 años y vivo en Barquisimeto, estado Lara, en Venezuela. Desde hace unos cinco meses mi niña de un año y diez meses y yo, vivimos en casa de mis padres, luego de mi separación. Soy profesora de música, tengo un trabajo como especialista del libro y la lectura que pertenece al Ministerio de Cultura de Venezuela, un proyecto personal de Educación Musical en el que tengo puesta mi energía y corazón, e intento realizar un postgrado en pedagogía crítica, lo que siento cada vez menos posible, a pesar de que ya estoy en él.
Y diré hoy, por primera vez y sin importar nada más, que me siento abrumada, agotada y adolorida; que muchas veces no sé qué hacer, pero no es una opción detenerme. Que la maternidad, además de hermosa es difícil, y que como muchas mujeres, vivo buscando la manera de ser madre (buena, además), sin que ésto implique el abandono de las demás dimensiones de mi vida y de mi ser, mi hambre de crecer, de aprender y de brindarle a mi hija un ejemplo de estabilidad emocional.
Finalizando una jornada de trabajo
Siento que al terminar mi relación de pareja, terminó también un proyecto de vida en el que había sentado mis bases y puesto una gran parte de mí (física, intlectual y espiritualmente), y que arrancarme a mí misma de ese espacio sentimental sigue doliendo en mis raíces, tallos y hojas. Que puedo continuar el andar, también lo sé, pero a veces sigo sintiéndome desorientada, colapsada, terrible, mientras otras veces me miro y encuentro certeza y tranquilidad.
Volver a mi casa materna, sintiendo (sabiendo) que no tengo (por ahora) un lugar para ofrecéselo a mi niña y a mí, también ha sido difícil, el espacio reducido, casi inexistente, para nuestras cosas, ha sido realmente un golpe moral; pero ya he dejado de autocompadecerme, y he convertido esto en fuerza para lograr mis objetivos. Agradecida de la maravillosa familia que nos abre sus puertas en todos los sentidos, nos apoya, nos cuida...
Aprender a lidiar con las adversidades hoy lo encuentro como un arte en un país con un fenómeno hiperinflacionario en curso, y un planeta en medio de una pandemia. En este tiempo algunos días han sido muy grises, otros han estado llenos de mucha alegría, pero ninguno ha sido fácil. Por mi parte, y ese es el meollo de este asunto, necesito vivir mi duelo y sanar mis dolores al mismo tiempo que voy labrando la tierra y sembrando el camino de mi pequeña familia, la que hacemos Itzell (mi hija) y yo; nadie podría detener el tiempo en momentos de dolor para poder asumir la vida luego, sano y feliz, yo tampoco.
Por ahora, seguiré trabajando en mi interior, y en lograr mi aula de Musicalización Infantil (aunque económicamente las herramientas para este trabajo se pongan cada vez más cuesta arriba en Venezuela) para ayudar, y seguir aprendiendo mientras enseño.
Mi maravilloso trabajo independiente
También tengo mucho que agradecer.