Un día en el parque del horror: el primer libro que recuerdo haber leído

Creo que los entornos tecnológicos que han marcado el siglo XXI, ha sido difícil que el mundo de la literatura compita con sectores como el de la televisión o los videojuegos para captar la atención de los más jóvenes. Cuando yo tenía doce años no era muy distinto eso, solía mirar mucho la televisión, me encantaba.
Pero por ese tiempo mi hermana había empezado a salir con su actual esposo, cuya madre era una profesora de castellano y literatura, que tenía una enorme biblioteca con todo tipo de libros, desde García Márquez hasta Dostoyevski.
Mi hermana, quien también es una ávida lectora (no en ese tiempo) le pidió un libro prestado cuando empezó a salir con su entonces novio.
Era un libro llamado: Un día en el parque del horror (One day at horrorland) de R. L. Stine. Ella lo leyó y lo dejo un tiempo entre sus cosas.
Recuerdo que me llamaba mucho la atención su portada, un monstruo rasgando un anunció de bienvenida, y detrás un desolado parque de atracciones.
Comencé a leerlo y lo primero que me atrajo era el lenguaje amable con el que quería conversar, creo que es uno de esos casos donde el autor se concentra más en lo que quiere contar que en el como.
La historia trata sobre los Morris, una familia que se encuentra de viaje junto a un amigo de sus hijos y debido a que el padre olvido llevar su mapa (no existían GPS en ese tiempo) terminan perdidos, encontrando, para su desgracia las puertas de Horrorlandia, donde tus pesadillas se hacen realidad.
Ahí los niños insisten a los adultos que los dejen probar las atracciones, cosas que sus padres acceden mientras ellos buscan una alternativa al problema del auto.
Pero los juegos, que a pesar de las advertencias, no dejaban de ser juegos, van poniendo su vida en juego, arrastrándolos (junto al lector) a situaciones extremas que afloran su desesperación.
Una vez han logrado sobrevivir a unas atracciones y ya en compañía de sus padres, descubren que no pueden salir, por cuanto Horrorlandia es show para la TV pagada del mundo de los monstruos, y que ellos debían seguir participando.
Eventualmente la familia logra escapar y conseguir un vehículo para huir del lugar, pero cuando llegan a su casa descubren que tienen una invitación particular.
Recuerdo que me leí ese libro en una tarde. Me atrapo su lenguaje sencillo, la tensión que podía transmitir entre juegos y el pensamiento genuino de que no había forma posible de escapar de ese lugar.
Creo que fue una de las primeras veces en que me di cuenta lo mucho que me llamaba la atención el mundo del terror y los monstruos. Y recuerdo con cariño que justo un libro de este tipo sería lo primero que haya querido leer por mero gusto.

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