Un visitante molesto

Una vez más el fluído eléctrico se me ha denegado durante aproximadamente seis horas. Esta denegación de servicio ocurre casi diariamente y en horarios totalmente variopintos: lo mismo te quedas a oscuras yendo de la sala a la cocina, que amaneces totalmente empapado de sudor porque a mitad de la noche el ventilador no tuvo electricidad para empujar el aire hacia la cama. Para la gran mayoría de los cubanos esta es una situación cotidiana en los últimos meses.

Cuba es un paraíso terrenal asediado por turistas casi todo el año por su cálido clima, playas siempre abiertas, fauna verde a lo largo de todo el año y gente divertida, vivaracha, rumbera y muy capaz de reírse de sus propios problemas. Sin embargo la felicidad no es redonda y en Cuba la economía es frágil y enfermiza. De los síntoma más recientes de los que se aqueja la economía cubana hay dos que provocan la caída prematura del pelo a los cubanos: la subida de los precios de todos los productos demandados por la población y la eterna incomodidad de pagar por el servicio eléctrico sin la garantía de que dispondrás del mismo en todo momento. Este último bautizado como: apagón.

Lo más criticado no es realmente el apagón en sí mismo, sino la aleatoriedad de su llegada. Si el compañero apagón llegara siempre a la misma hora, o al menos avisara su visita y llegara a tiempo según su propio aviso, no sería muy difícil planificar la rutina diaria para atenderlo como es debido. Pero no, el apagón llega de imprevisto, se va cuando se le antoja y a veces se ausenta solo para aparecer cuando menos se le espera. Por eso siempre se puede escuchar el lamento colectivo (adornado con palabras soeces) en forma de queja amplificada que se convierte en eco y resuena en todas las casas afectadas del lugar al que llega el tristemente célebre apagón.

No sé si esta situación cambie en un futuro cercano o tenga que cambiar yo de carrera profesional porque los apagones lleguen a ser tan cotidianos como dormir, pero mientras tanto lo mejor que puedo hacer es seguir comprando velas e intentar tocar guitarra para que mi hija se entretenga durante la visita del dichoso apagón.

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