Justo hoy estaba revisando mis fotos viejas, y me encontré con estas de mi hijo mayor cuando tenía 3 años (hacen ya unas cuantas lunas de eso!) en el cumpleaños de su mejor amigo para entonces: Daniel.
Inevitablemente los recuerdos de esa época se hicieron presentes, sobre todo porque ese trío compuesto por Daniel, Sebastián y Abraham era inseparable.
Estaban juntos desde que eran unos bebés en el maternal, y conforme pasaban los años, coincidían no solo en la escuela sino también en las fiestas de cumpleaños, planes vacacionales y a veces en las salidas al centro comercial!
Cuando empezaron pre-escolar, las mamás nos pusimos de acuerdo y los pasamos al mismo colegio, ahí estuvieron compartiendo hasta que cumplieron 5 años.
Ellos tenían una marcada participación en su pequeño grupo: Abraham era el líder, Daniel el travieso (coincidencia?) y Sebastián el sensible, y aunque era el mayor de los tres, era el que siempre salía llorando cuando los otros dos empezaban a hacer bromas.
Para aquel entonces, cuando se acercaba la entrada a primaria, cada mamá escogió un colegio diferente, por lo que nos tocó prepararlos para una inminente separación, a la que ellos estaban negados desde el primer momento que se lo mencionamos.
El concepto de amigos para siempre, había calado en ellos, más por el día a día que por cómo lo veían en las películas y dibujos animados que traen ese mensaje.
Sin embargo, tratamos de mantener el contacto, y aunque no era muy seguido, en algún momento los juntábamos y ellos eran felices. Pero también habían hecho nuevos amigos en sus colegios y en las actividades extra cátedra, por lo que ya no les causaba temor el dejarse de ver por períodos prolongados.
Con la crisis que se sobrevino en Venezuela, comenzaron los pensamientos sobre emigrar. El primero en irse fue Sebastián, luego nosotros salimos y de último Daniel. Cada uno a un país diferente, así que las distancias ya no nos permitían las juntadas.
Por su parte, ellos dejaron de mostrar interés en seguirse a través de las redes. Cuando salieron de Venezuela, todavía no les permitíamos tenerlas! Las madres también dejamos de contactarnos. Emigrar nos sumió en otra dinámica que realmente cuesta seguir con las anteriores, por lo menos de la manera que nos gustaría.
Así que el valor de estas fotos es inmenso, pues nos permite recordar aquellos días en los que se juraban ser amigos para siempre! Más por el valor que le daban a la amistad a su corta edad, que al hecho de cumplir esa promesa.
Sembrar el valor de la amistad desde pequeños, considero que es uno de los mejores regalo que les podemos dar a nuestros hijos, pues no solo implica estar con otros, sino también el respeto, la solidaridad, el apego, la conciencia colectiva y muchos otros valores que les servirán durante toda la vida.
Today I was reviewing my old photos, and I came across these of my oldest son when he was 3 years old (it's been a few moons since then!) at his best friend's birthday party at the time: Daniel.
The memories of that time inevitably came back, especially because that trio made up of Daniel, Sebastián and Abraham was inseparable.
They were together since they were babies in daycare, and as the years went by, they coincided not only in school but also in birthday parties, vacation plans, and sometimes in trips to the mall!
When they started preschool, the moms got together and we put them in the same school, there they shared until they turned 5 years old.
They had a marked participation in their little group: Abraham was the leader, Daniel the naughty one (coincidence?), and Sebastián the sensitive one, and although he was the oldest of the three, he was always the one who came out crying when the other two started joking around.
At that time, when primary school was approaching, each mom chose a different school, so we had to prepare them for an imminent separation, to which they were denied from the first moment we mentioned it to them.
The concept of friends forever had sunk in them, more because of day to day than how they saw it in movies and cartoons that bring that message.
However, we tried to keep in touch, and although it was not very often, at some point we brought them together and they were happy. But they had also made new friends at their schools and in extracurricular activities, so the idea of not seeing each other for prolonged periods of time no longer scared them.
With the crisis that ensued in Venezuela, thoughts about emigrating began. The first to leave was Sebastián, then we left and last Daniel. Each one to a different country, so the distances no longer allowed us to get together.
For their part, they stopped showing interest in following each other through social media. When they left Venezuela, we still didn't allow them to have it! The mothers also stopped contacting each other. Emigrating plunged us into another dynamic that is really hard to follow with the previous one, at least in the way we would like.
So the value of these photos is immense, because they allow us to remember those days when they swore to be friends forever! More for the value they gave to friendship at their young age, than for the fact of fulfilling that promise.
Sowing the value of friendship from an early age, I consider it one of the best gifts we can give our children, because it not only implies being with others, but also respect, solidarity, attachment, collective consciousness and many other values that will serve them throughout their lives.
Foto/Photo by: @mamaemigrante
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
