En nuestro consultorio médico de la familia, prácticamente no va nadie. Y no es que las personas de nuestra área de salud no se enfermen, todos nos enfermamos de alguna forma u otra. Tampoco es que no necesiten de asistencia médica; la razón va más allá del simple hecho de enfermarse, o de la necesidad de un tratamiento. El motivo principal es que algunos prefieren automedicarse desde casa, o que en la mayoría de los casos le han pedido la confianza al sistema sanitario.
La medicina familiar no se puede trabajar detrás de un buró, mucho menos en un consultorio médico de la familia. Ya que en cada población hay diferentes grupos etarios, que necesitan la atención diferenciada del personal de la salud, todos con la peculiaridad de que cada uno tiene sus propios factores de riesgo. Cuando me dijeron que se me ubicaría en un consultorio médico de la familia, desconocía totalmente en la candela que me estaba metiendo; creí que era sencillo. Pero por suerte, en los inicios contaba con una buena doctora, que rondaba una edad mayor a la mía, con una experiencia de algunos años en la atención primaria de salud.
Lo que llamaríamos de "la vieja escuela", que conocía muy bien su consultorio médico, diría que como la misma palma de su mano. Lo más increíble era que tenía bien ubicada a la gran mayoría de la población, algo que facilitaba mucho el trabajo. Gracias a esta disposición, muchas veces pude encontrar a pacientes con los que estuve trabajando. Y hablando en buen cubano, sobreviví en mis inicios gracias a ella, que prácticamente me daba hasta docencia de mi actuar como enfermo allí. En un consultorio médico de la familia se trabaja con mucho papeleo, historias familiares, estadísticas que piden los que dirigen los diferentes programas de salud que existen.
Pero todo se complica cuando se trata de la atención a los niños, especialmente a los que están en sus edades más tempranas y vulnerables, como los lactantes. Y las gestantes no se quedan atrás, pues hay que hacerle el seguimiento durante todo el proceso de embarazo. Y si de algún modo se lograra que las mamás de los niños, así como las gestantes futuras mamás, todas fueran un poco más disciplinadas en lo que se les orienta, todos serían color de rosa.
Pero por cosas de la vida, cada persona es un mundo diferente, con su propio pensamiento y actuar. Como profesional de la salud hay que tener mucha ética, para entender que simplemente hay cosa que se nos escapa de las manos. He aprendido que el respeto no se exige, se gana gastando la suela de los zapatos, caminando por toda el área del consultorio médico de la familia. Con el tiempo he pasado de ese temor antecesor a mi persona, de cuando no pocos querían vacunarse conmigo, porque normalmente no me conocían.
Pero normalmente, con mis muchas salidas por los barrios más intrincados, donde tristemente me he encontrado personas que llevan años sin ver un médico o un enfermero por los alrededores de sus casas. Estas campañas de vacaciones en las que ya he ido participando, con el termo al hombro, poco a poco han logrado que se les grabe mi rostro. Todos expresan su agradecimiento a su manera, "adiós enfermero, adiós mata sanos", en cualquier de los casos la satisfacción es gratificante y demuestra que hay que salir más.
Hoy fue uno de esos días donde ambos, el equipo de trabajo del consultorio conformado por el enfermero y la doctora, aunque la que se encuentra en estos momentos es una muchacha recién graduada, pero está haciendo muy bien su trabajo. Ya que la anterior tuvo que salir de licencia sin sueldo para cuidar a sus padres encantados, ya que también somos personas con problemas personales. Lo cierto es que salimos en búsqueda de unos niños que no han asistido a consulta. Ya saben sobre ese dicho de "Si Mahoma no viene a la montaña, la montaña va a Mahoma", un poco así nuestro sistema sanitario los tiene acostumbrados.
Comenzamos viendo los primeros niños, uno de ellos es uno de los casos más preocupantes para nosotros, pues es un caso social que vive en no muy buenas condiciones para un bebé. Pasito a pasito estuvimos en una de las zonas más intrincadas del área de nuestro consultorio, el Rodeo, en donde visitamos a un anciano. Al que próximamente trataremos de que el clínico que atiende nuestro consultorio, lo vea en su domicilio, ya que no puede movilizarse.
Estos terrenos los estamos haciendo muy a menudo, las personas se sienten un poco más seguras y agradecen cuando ven a la doctora o al enfermero que vienen con sus batas blancas por la vereda. Así se gana el respeto de la gente, aunque hay personas y personas, yo digo que no es que sean malas, simplemente que necesitan un poco más de amor.
Las imagenes utilizadas en el post son de mi propiedad, tomadas con mi móvil Xiaomi Redmi Note 10 S. Muchas gracias por visitar el blog, leer y apoyar el contenido hispanohablante.
